martes, 28 de febrero de 2012

Mamá, papá... he dado positivo.

 Nunca tuve la intención de convertirme en un prototipo humano, tan solo pedía una base de respeto. Siempre fui educado bajo el lema "Aprende a ser tú mismo", pero nunca se me informó de la gravedad que suponía afrontar el reto. No se trata de ignorancia de ser, sino de querer parecer. Y muchas veces, el resultado de lo que pensamos no es más que la sutil creación de una limpia y puritana sociedad. Y yo siempre me creí formar parte de los limpios, antes de descubrir que la limpieza no se consigue solo con jabón.
 Ese virus ha conseguido destrozarme mamá, pero te juro que nunca me acerqué a una jeringuilla, papá. Ya no quiero seguir siendo engañado... esa cruz no simboliza la consecuencia de una vida en la droga, en mi caso no, sino el precio que injustamente debo pagar por haber querido a alguien como nadie comprendería nunca. Hoy dirían que no queda nada de aquel amor, a excepción de ese fallo positivo... que convierte personas, que destroza pasiones y que representa una realidad que por poco que se quiera asimilar, existe.

Es un mal que engaña, sonrisa de portada y puñalada de interior. Pero no creáis que es más poderoso el virus que mata las defensas que el que pasa de boca en boca, como una epidemia lingüística traducida en miradas despreciativas, insultos gratuitos y marginación injustificada. He conocido gente en mis mismas circunstancias y eso me ha ayudado a comprender que no existe una generalización que justifique la causas de esta enfermedad. ¿Mala vida?... en mi caso más bien la más injusta de las condenas: haber amado.

Nunca se sabe cuál es la peor droga, ni el peor error... y todos creen comprender el significado de las tres siglas del VIH, aunque nunca entenderán lo duro que se hace soportar que esa cruz vaya a marcar toda tu vida, hasta su fin, por causa inevitable. Si me miráis y veis solo un infectado, rendid mejor cuenta a lo que veis, porque la sangre enferma, es la más roja de todas. 


Podrán romper mi vida antes de que lo haga la propia enfermedad, lo que nadie romperá jamás, es mi esperanza de que este virus que corre por mis venas, no refleje más que un paso hacia la tolerancia de su, en una enorme parte, inocente colectivo.

Mamá, papá... tengo SIDA.



(El contenido de esta entrada es ficticio).
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Para dejar tu opinión, pulsa sobre el enlace “Comentarios” que aparece justo debajo: