martes, 28 de agosto de 2012

Ruedas.

De vez en cuando pienso que si tuviese que, por un momento, trasladarme al cuerpo de otra persona, sin duda el sujeto que elegiría sería, entre algunos otros, el de una persona discapacitada. Partiendo de esta ocurrencia, me convertiría en alguien con unos sentimientos muy similares a los que voy a relatar:

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Si ya de por si hay situaciones en las que todos nos sentimos inferiores, reducidos, más pequeños que los que nos rodean, creed lo desgarrador que es ver la vida a un nivel inferior. Todo demasiado grande, demasiado alto o demasiado pesado para llegar a soportarlo… Y es que todo se ve mucho más inalcanzable desde una silla de ruedas.

A primera vista, para ti soy una persona inválida, que trasladado a la definición de la misma palabra, se traduciría en: Persona que tiene impedida alguna de las actividades cotidianas consideradas normales. Pero, ¿cuáles son esas actividades normales? Llevo desde los dos años con esta discapacidad. Para mi normal es rodar, no caminar; ir sentado, no ir de pie… si el propio término de mi invalidez me excluye como alguien dentro de la normalidad, entonces entiendo que lo que tú puedes ver sea tan distinto de lo que veo yo.

Con frecuencia todo el mundo es hospitalario con alguien en mis circunstancias. Siento un enorme agradecimiento ante esa gente que me alza para cruzar un bordillo o me acompaña por una salida de metro. Pero no siempre esa hospitalidad se traduce en alegría. Para mi es frustrante sentir que no soy “yo, una persona en sí misma”. Sino “yo, y mis terceras personas”.  Me encantaría sentir ese placer de bailar y mover mis piernas a un compás o patear un balón y lanzarlo tan lejos como pueda. Mis limitaciones existen, pero yo no las concibo como tal. Y más aún, odio que los demás las vean y las oculten tendiendo una mano. Esa mano puede salvarme la vida, pero no soy un títere que dependa de un titiritero.

No bajaré escaleras, no daré un paso adelante, no correré, no patalearé, no saltaré, no nadaré… pero todo eso son cosas innecesarias, porque gracias a mi lucha, todos mis sueños, mis aspiraciones, mis metas, os parecerá increíble, pero las he logrado. Siempre soñé con ser intérprete y cantante, y hoy puedo decir con orgullo que lo soy. Soy felíz, siempre lo he sido, jamás vi mi discapacidad como una limitación, y debido a ello, he llegado a ser quien soy.

Quisiera reflejar un mensaje muy claro con esta reflexión. “Inválido” es solo una palabra que nos diferencia de los demás, pero ello no indica que seamos exactamente lo contrario a alguien “válido”. Gracias a toda la gente querida que me rodea todo ha sido mucho más fácil en mi vida. Pero mis ruedas son mi verdadera y mejor arma, y del resto, ya me ocupo yo.


La experiencia de una discapacidad no es algo que se elija por las buenas, pero ponerse en la piel de alguien ayuda a comprender como puede cambiar una visión de la vida, y volverse sorprendentemente mucho más tierna.

-Esta crítica ha sido escrita en base a las palabras de Ali Stroker, discapacitada de cintura para abajo desde temprana edad, y hoy en día artista procedente del “reality” norteamericano de talentos Glee Project.-

Álvaro Valadés.

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