Hoy en día las representaciones teatrales suponen un gasto desmesurado para una sociedad estancada en el mileurismo, los musicales han copado los inmoderados precios de venta de sus entradas y ante esta categoría adinerada que el propio teatro ha creado de sí mismo, los propios actores, los propios productores, los propios “amantes del arte de la interpretación”… resulta cada vez más lejos de la clase media el poder permitirse el lujo de disfrutar del mismo. Sin embargo, frente a tales indecentes empresas de teatro con el lucro económico como lema, existe una humilde, creativa y afortunadamente buena gama de teatros que representan obras del llamado “género independiente”. Independiente de las modas, independiente de la majestuosidad… pero muy ligado a la interpretación pura, dura y sin distracciones.
Y entre estas, se encuentra Reacción Química, una compañía teatral que juega con este particular género a la hora de interpretar sus obras, las cuales gozan de una personalidad y originalidad claramente diferente a cualquier otra.
De modo que de la mano de esta compañía, los amantes del teatro independiente, de la locura en plena escena y del sentimiento de no saber muy bien lo que ocurre están de enhorabuena con la llegada de‘Clot & Chof’, una obra teatral cuya representación tiene lugar cada semana en la sala Bululú de Madrid. Con ella su autor, Gorka González, nos sitúa en medio de una escena protagonizada por un Clot que no sabe si es un Chof –el propio Gorka González–, un Chof que quiere ser un Clot –África Amor–, un anónimo con afán de ser el centro de atención –Iker Capapay– y un actor que desea una perfecta interpretación –Alfonso Moreno–. Acompañados de estos pintorescos personajes, los espectadores se sumergen durante una hora en un ambiente de humor infantil en el que, sin embargo, se reflexionan cuestiones sociales en las que no falta un tono crítico al país y en especial, al mundo de la interpretación. Una obra en la que las unidades de tiempo y espacio desaparecen para otorgarle plena importancia a la acción, que mezcla escenas de humor visual, diversión, locura y monólogos existencialistas de los personajes, así como puntuales referencias al público que evidencian la capacidad de improvisación de sus actores. En virtud de ello, los juegos de iluminación son un punto fuerte en esta obra, dado que en ocasiones oscurecen la escena para iluminar la grada, algo poco usual en el teatro, lo cual convierte al espectador en el quinto protagonista de lo que acontece.
“No es una obra para niños, está dirigida a adultos con ganas de divertirse, que sean capaces de recoger un concepto de absurdez como algo divertido” asegura Alfonso Moreno, y es que en esta representación los actores parecen disfrutar riéndose del público al no permitirles entender nada de lo que sucede, haciendo alusiones a “un viejo irlandés” que no llega a ser definido o abriendo la mente del espectador a la incomprensión, para finalmente acabar con un monólogo que acerca a la explicación de todo lo sucedido durante la obra, y eso es lo que también aseguran que gusta al público: sentir que a esos chirriantes personajes se les termina entendiendo y cogiendo cariño. “Una de las obras más raras que he visto, tiene un encanto único”, “la relación con el público es especial” opinan algunos de sus espectadores, los cuales fueron partícipes de la combinación de cuatro actores postrados frente a un reducido auditorio, al que se dirigen como los responsables de que personajes como Clot y Chof se mantengan con vida, creando ese ambiente de calidez y cercanía a la interpretación que solamente se hace realidad en el teatro independiente.
“Vosotros, los espectadores, al ver una obra estáis como soñando, y puede que no entendáis nada, pero sabéis que cuando finalice os despertaréis y todo seguirá como hasta entonces” resume Chof en la representación. Y es que no hay mejor manera de hacer teatro –según África Amor, actriz que encarna a Chof– que siendo un buscavidas, pero como querer es poder, si hace falta se hacen malabares para conseguirlo.
Reacción Química, como asociación de teatro, cumple sus dos primeros abriles este año, y sus encantadores integrantes lo celebran animando al público con ganas de ver un espectáculo diferente y surrealista a esta representación.
“El teatro para nosotros no es un hobby, sino una profesión. Y es por ello por lo que cada día nos sentimos especialmente orgullosos de nuestro trabajo”.
Defendamos un teatro desligado del lucro económico por el bien de la supervivencia de un arte robado por la gran empresa.
‘Clot y Chof’, todos los viernes a las 8.30 en la sala Bulubú de Madrid, una obra con la que el género independiente se hace hueco entre la muchedumbre, una obra en la que nadie pasa inadvertido, y una obra en la que el sinsentido escénico, se torna en belleza.
Álvaro Valadés.
martes, 9 de abril de 2013
La Reivindicación del Teatro Independiente. "Clot y Chof".
viernes, 22 de marzo de 2013
Nuevo reportaje
Entevista a COGAM. La situación actual de la comunidad homosexual.
-¡No te lo pierdas!
lunes, 18 de febrero de 2013
Gala de los Goya 2013. La disputa entre el humor y la elegancia.
Como cada año, la alfombra roja del cine español se expande para dar de
nuevo la bienvenida a las grandes promesas cinematográficas, así como
homenajear a las personalidades y proyecciones más reconocidas del año. Largos
trajes, pasarela, reconocidos actores y actrices, personalidades, discursos y
emociones fueron sin duda las grandes protagonistas de la noche. Y es que, si
existe en España una verdadera fiesta en honor al arte audiovisual, esa es la Gala de los Goya, que fue ayer
emitida por la cadena nacional: TVE y RTVE en directo.

La indignación por los temas sociales no dejaron desapercibidos a nadie
este año, donde desde discursos con doble sentido hasta ataques directos al
gobierno, pasando por la sutil ironía y las alusiones a los recortes, la noche
se mantuvo cargada de tensión política que abrió la expectación de las
respuestas de los aludidos a la mañana siguiente, con poca respuesta por su
parte. Aprovechar un evento de ámbito nacional y con las repercusiones que
tiene el país, como puede ser sin duda la gala de los Goya, me parece un punto
acertado para dar la puntillita que los “peces gordos” necesitan para
reaccionar. Hay quienes opinan que no es el lugar ni el momento idóneo para
hacerlo… yo me mantengo muy detractor de esta idea, si todos compartimos una indignación
y un ideal común de libertad y cooperación, cualquier momento y cualquier lugar
es bueno. Y si tiene el ámbito de influencia de esta gala, mejor.
A pesar de todo ello, la gala de
los Goya lleva ya varios años intentando subsanar la pesadez de los discursos a
través de la intervención espontánea de monólogos y recreaciones humorísticas,
algo que verdaderamente se agradece teniendo en cuenta el
espectáculo-glamouroso que se pretende conseguir. A pesar de ello, parece que
año tras año esta gala sigue siendo perseguida por el peso de la crítica, ¡y
con mucha razón! No se puede pretender transmitir una imagen de elegancia y
respeto con verdaderas meteduras de pata como la de la encargada de pronunciar
el ganador del “Goya al mejor sonido”: Adriana Ugarte, quien indicó el nombre
del candidato equivocado y seguidamente, tras intentar enmendar el error, hizo
uso de la expresión “Lo hice aposta, ¿os ha gustado?”… No, señorita Ugarte, a
la que no le va a gustar verse en la historia de las cagadas de la televisión
durante décadas, es a usted.
Reflexionando acerca del por qué de esta batalla de críticas a la gala
del cine español, solo llego a una única conclusión… Los Goya no son Los Óscar…
y las comparaciones no tienen cabida. Si queremos una gala propia y elegante,
¡hagámoslo! pero esa obsesión por intentar ganar audiencia a toda costa
introduciendo un espectáculo musical –un tanto bochornoso y mal entonado- o un
humor que, en ocasiones afortunado y en otras no, difiere del sentido que la
gala de los Goya pretende reflejar: un show de profesionalidad y seriedad; esa
intención contradice en cierto modo la estructura que caracteriza a la gala. O
hacemos espectáculo, o hacemos una gala glamourosa, pero creo que intentar
aunar ambas contando con la colaboración de tres únicos humoristas y la
participación espontánea de los propios candidatos, sí, puede resultar
entretenido para el público, pero no podemos pedir a cambio una maravillosa y
aduladora columna por parte de los expertos, ni una comparación con la gala de
los Óscar.
En conclusión… somos españoles,
también sabemos hacer un buen cine, y lo hemos demostrado. Contamos con
auténticos profesionales. Si podemos hacer una gala entretenida y con el humor
y el desparpajo que caracteriza a las gentes de nuestro país, ¡me parecerá una
idea estupenda! pero sin pretender que el lujo y el glam alternen con ello,
porque son dos mundos que, muy a mi pesar, nunca tendrán una relación “de cine".
Álvaro Valadés.
lunes, 28 de enero de 2013
Usuario online. Escribiendo...
Suena el móvil, y antes de que podamos dar
por finalizada la conversación que estábamos manteniendo, un impulso interno
nos acciona el brazo automáticamente a coger el novedoso aparato,
desbloquearlo, abrir la pantalla de Whats App, ver el mensaje, contestarlo,
bloquearlo y guardarlo de nuevo en el bolsillo, todo ello en el escalofriante
tiempo de cinco segundos y sin dejar de asentir a la pregunta que la persona
con la que conversábamos nos estaba haciendo.
Este
proceso se repite constantemente en nuestra vida y a nadie parece impactarle,
puesto que se ha convertido en un ejercicio rutinario y masificado. Allá donde
vamos, encontraremos cabezas gachas pendientes de un mensaje del Smartphone, un
e-book o una aplicación de tablet. Nos encontramos absolutamente absorbidos por
una nueva era que, sin darnos cuenta, se abre paso en nuestro día a día, las
tecnologías. Pero, ¿supone esto
algún impedimento en nuestras vidas?

Por
lo visto todos nos hemos quejado en algún momento de la cantidad de estrés que
acumulamos a lo largo del día, ¿y no nos preguntamos en qué nivel afectan la
inmediatez de los aparatos tecnológicos en este hecho?
Imaginemos
por un momento que un día, concretamente mañana, nos despertamos sin poder
disponer de ninguna de las tecnologías que implican redes de datos. Llegaríamos
tarde a la universidad, al trabajo, a la reunión, porque no tendríamos un
Smartphone con alarma incorporada que nos despertase a la hora prevista. No
podríamos encontrarnos con nadie por el camino, dado que no tenemos Whats App
para quedar a la hora y en el lugar que pactemos, ni dispondríamos de una
aplicación que nos avisase del tiempo que va a tardar en llegar el autobús, por
lo que deberíamos salir un tanto antes de casa. Al llegar, no podríamos
administrar nuestros archivos sin la tablet, algunos ni siquiera podríamos
trabajar sin ella, a la vuelta haríamos el interminable trayecto sin música ni
redes sociales con las que interactuar, lo cual además nos privaría de la
información diaria de actualidad del mundo que nos rodea.
Nos
veríamos en la odiosa obligación de tener que mantener contacto visual con el
resto de las personas del vagón, o acudir a esos anticuados medios de
información a los que mi abuelo llamaba ‘periódicos’. Y, finalmente,
acabaríamos el día reflexionando sobre lo enormemente solos que nos hemos
encontrado, la de cosas que nos ha dado tiempo a pensar y, por supuesto, las
increíbles ganas que tenemos de que al día siguiente podamos recuperar de nuevo
nuestras preciadas tecnologías.
Sin
duda, nuestra vida está facilitada por estas telecomunicaciones, pero debemos
incurrir en las carencias a las que esta dependencia internauta nos está
haciendo llegar. Carencias personales, sociales, mentales, e incluso
productivas. Llegará el día que todo el mundo olvide cómo hacer una
multiplicación sencilla porque con su móvil a mano nunca tendrá necesidad de
recordarla. Las relaciones interpersonales dejaran de ser una prioridad, dado
que la mensajería instantánea resuelve grandes situaciones comunicativas que en
persona no tendrían la misma efectividad. He llegado a ver a varios sujetos
situados uno al lado del otro hablando por Whats App entre ellos, sin mediar
palabra… yo supongo –o espero suponer- que eso sería una mera broma puntual, de
lo contrario, estoy convencido de la gravedad del asunto: las personas ya no somos personas sin aplicaciones online a nuestro
alcance.
En
contraposición a este hecho, se encuentran aquellos, generalmente veteranos,
que no acceden al chantaje de la nueva era digital. ‘Mentes retrógradas que no aceptan el cambio’… les llamamos, aunque
pensándolo bien, hemos de admitir que ellos son los verdaderos privilegiados.
Ellos son los que no dependen de un dispositivo para relacionarse o de una
tablet para trabajar. Ellos son los que toda su vida se ganaron el sueldo sin
dejarse los ojos en pantallas de ordenador. Ellos son los que vivieron la nueva
era de la información verídica, siendo únicamente censurada por los políticos,
no por la propia opinión pública como pasa actualmente, donde nos venden que un
Trending Topic es una noticia
mundial cuando no es más que un filtro de palabras de la red sin ninguna
veracidad constatada; si lo analizamos, nosotros creamos nuestra propia
información y nosotros nos sentimos llenos con ella, sin más. Las noticias
también cuentan con Twitter para dar sus actualidades y la prensa dedica
apartados a esta “voz social”. Estamos cayendo en una espiral autodestructiva,
en la que nos basta con nuestras propias creencias para sobrevivir, creemos
mirar más allá a través de pantallas que conectan con todo el mundo, y en el
fondo no hacemos más que girar un mismo pensamiento resumido en 140 caracteres.
Estamos
siendo masoquistas, y en lugar de aprovechar las tecnologías, nos sumimos a ellas,
nos vendemos a ellas. Somos por tanto,
productos maquinados en las mayores empresas tecnológicas del mundo. Nos
ponen una manzanita de eslogan, y nosotros la mordemos, y nos envenenamos.
Doy
por tanto las gracias a esos ya mencionados veteranos que tienen la
irreverencia de no dejarse manipular por el sector tecnológico. Yo, reconozco
que no puedo salir de él, y que seguramente jamás lo haga tendiendo en cuenta
que, encima, estudio una carrera cuyas salidas dependen de los medios
comunicativos, y estos, a su vez, de las tecnologías. Por tanto, hago un
llamamiento a todos, los que quieran tomarlo y los que no, porque nos
encontramos en una realidad que es incorregible porque nos tiene agarrada de
dónde más nos tira… el deseo por las modernidades que aún no poseemos. Somos
los usuarios de una red masificada y que depende de nosotros.
Por
suerte, siempre tendremos a nuestra disposición el botón de ‘Off’,
para aquellos momentos en los que nos apetezca recordar lo que era vivir en un
mundo sin digitalización ininterrumpida.
(Última conexión a las
19:30).
Álvaro Valadés.
domingo, 23 de diciembre de 2012
Cuento de Navidad en crisis.
Esta navidad, la crisis no será
un inconveniente. Solo cabe pensar en algo como esto:
Vivimos rodeados de
personalidades a las que nuestras vidas aspiran a asemejar, giramos en torno a metas,
a personas, a fantasías, a sueños por cumplir. Queremos, deseamos, soñamos
con esas admirables quimeras. Tan
desesperado es nuestro afán por conseguir ascender en nuestro esquema jerárquico
de aspiraciones, que no nos importa en absoluto olvidar la grandeza de que las
cosas surjan, el placer de que algo ocurra sin forzarlo de antemano.

Es por ello que yo crearía un
nuevo título al que aspirar en todas y cada una de nuestras vidas. Un título
que no estuviese basado en logros académicos, ni personales… que no tuviese
objetivos laborales, ni económicos, ni comerciales. Un título mucho más honorífico
que un master o un doctorado, y muy superior a un cheque o a un diploma.
Ese honor que concedería, es el Título de la Fuerza. Fuerza de ser, de
conseguir superar dificultades, dolores y desgracias. Porque la vida no está
formada de alegrías constantes, fiestas y películas americanas, y lo que menos
necesita nuestra sociedad en estos tiempos es creer que conseguir cosas
materiales aportará esa felicidad de la que todo el mundo habla. De este modo,
las personalidades más honoríficas no serían los famosillos de turno, y en
contraposición, ese niño de cabeza rapada que aguarda en el hospital, levantaría
el brazo con su Título de la Fuerza en la mano y todos comprenderíamos que su
vida es admirable. O el padre de familia que superó un despido improcedente,
podrá crear un nuevo currículum donde reflejase su Titulo de la Fuerza. De la
misma manera, el joven que sufrió bullying de niño ahora colabora en una
asociación contra los malos tratos, dónde todos portan su Título.
Así, la gente más corriente, la
que hoy es aplastada por los peces gordos, serían los héroes reales, los
trabajadores que levantan un país en crisis, los infames que pagan la
contribución que se lleva un futbolista por hacer un spot publicitario, o una
mujer por acostarse con un torero. Los que sufren las humillaciones de un político
que hace demagogia con sus derechos y de un líder religioso con una ciudad entera
de su propiedad. Los pequeños soñadores, los artistas a tiempo parcial, los
luchadores de la calle. Todos esos que han madurado a base de palos en la vida,
estáis de enhorabuena, tenéis el único Título de Fuerza que no se os podrá ser
nunca arrebatado: la ilusión por conseguir todo aquello que sabéis que,
tarde o temprano, podréis lograr.
¡Feliz Navidad, soñadores!
Álvaro Valadés.
martes, 18 de diciembre de 2012
¿Por qué ser periodista? - Entrevista a Mercedes Milá.
"La gente, cuándo conoce lo que estás hablando, y ve que lo que estás diciendo es cierto, te sigue creyendo " -Mercedes Milá.

Para hacer un homenaje al periodista de investigación y a la legitimidad de los medios comunicativos, contamos con la presentadora Mercedes Milá, cuyas experiencias en la televisión, concretamente en el programa que presenta: 'Diario De...', y sus reflexiones, nos consiguen acercar un poquito más a la realidad de esta profesión y a su trayectoria como periodista nata. Quedáis invitados a conocerla.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
- Buenos días, ante todo. Para romper un poco el hielo, nos
decidimos a hacer una pregunta de tipo periodístico. ¿Qué es lo que nunca
debería preguntarse a un entrevistado?
Mercedes Milá - No hay nada que no se pueda preguntar, todo se puede preguntar. Y así
le das al entrevistado la oportunidad de decirle… “yo te pregunto todo y tú me
respondes solo lo que quieras”. A no ser que hayas llegado antes a un acuerdo y te haya
compensado ese acuerdo... a mí me ha pasado a veces eso.
- ¿Recuerda cómo fue su primera entrevista y con quién?
M- No... la primera vez en mi vida que hice una entrevista es imposible
que me acuerde porque fue hace muchos años… lo que sí recuerdo es la primera
vez que entrevisté a alguien en un plató, que fue a Johann Crol, el jugador de
fútbol. Y eso sí, de ese día no me olvidaré en la vida.
- Ha sido reconocida con el premio Joan Ramón Mainat 2012 del Fes`TV’al
en la cuarta edición del mismo. ¿Qué ha significado para usted este premio?
(Tras un comentario acerca de su voluntad a que se la tutee:
M- Joan Ramon Mainat era una persona a la que yo respetaba una
barbaridad, que murió por desgracia, demasiado pronto, debido a un cáncer
terrible, y el hecho de que te den un premio con su nombre es el máximo orgullo.
Sabía mucho de televisión, era muy buena gente, no perdía jamás el tiempo,
tenía muchas ideas y amaba mucho este medio. Así que ese premio fue especial
para mí.
-¿Cómo empezaste en el mundo del periodismo y en especial qué
interés despertó en ti el periodismo de investigación?
M-Yo empecé siendo “el último mono” de la redacción de informativos de
Barcelona. Así que yo llegaba a la tele y ordenaba las mesas, cortaba el
teletipo… ¡vamos! Hacía todo lo que hace… “el último mono”. Pero a partir de
entonces, yo sentía que aquello cada vez me gustaba más, y por lo tanto luché
para que no me echasen al terminar ese tiempo de prueba y empecé a hacer
pequeños reportajes, era ayudante, ayudaba a grabar, ayudaba a montar… yo he
hecho un poco de todo en la tele, porque empecé desde abajo del todo. E
investigación, como tal, empecé a hacerla en Informe Semanal, luego pasé a
plató, en el cual la investigación deja de ser lo mismo… hasta que cayó en mis manos
el tesoro que tengo ahora, que es ‘Diario de…’
- Tú eres una presentadora polifacética, pero también bastante
polémica, ¿piensas que esa actitud logra atraer más a la audiencia o a los
admiradores?
M- Yo no soy de una manera ni de otra… “soy”, y punto. No hago las
cosas porque atraigan más a los espectadores o no. Tengo un carácter por el
cual mi madre me dice que soy una persona que no conoce los límites, y eso es
muy peligroso porque a veces te trae muchos disgustos, pero también es una
buena característica para televisión, porque quiere decir que no tienes miedos,
y quizá eso me haya ayudado muchas veces a hacer preguntas que, si las piensas
tres veces, no las haces.
- A lo largo de tu carrera profesional has trabajado en distintos
formatos televisivos, distintas cadenas,
casas… e incluso en la radio. De todo lo que has vivido, ¿con qué experiencia
te quedarías o cual considerarías que ha sido la más gratificante?
M-- Mira, nunca puedes, y espero que no te pase a ti jamás, contestar a
esa pregunta con una respuesta concreta, porque yo no puedo decir de tantísimas
experiencias, de tantos años y de la suerte que he tenido de trabajar con gente
tan diferente, escoger a “este” o a “este otro”, porque en el momento en que lo
estaba haciendo para mi era lo más grande, lo más bonito, y lo más interesante…
cada una de esas cosas, aunque algunas acabaran mal… pero no importa, porque
cuándo lo hacía estaba entregada y es eso lo más importante. Así que no estoy
dispuesta a elegir… nada.
- Ya entrando un poco más en el programa ‘Diario de…’, ¿cómo surgió la idea de crearlo?
M- Yo me incorporé a ‘Diario de…’ cuando ya existía, por lo que no puedo
responder a eso, ya que me incorporé por casualidad absoluta, fue como eso de…
¿sabes lo que dicen a veces de “cuando tenga que ser, será”…“algún día”…
“cuando menos lo esperes”… pues así fue, casualidad. Pero este equipo ya
existía.
- El lema del programa es “Tú
denuncias, nosotros respondemos”, ¿qué criterio es el que utilizáis para
elegir unas denuncias u otras?
M- Realmente yo soy solo una
pieza más de las veinticuatro personas que formamos este programa, y aunque
pueda tener mi opinión, como todos los demás, la decisión es del equipo, así
que son ellos los que de todos los mails que llegan a la semana deciden qué
caminos tomar, y yo, suelo estar siempre de acuerdo, porque la verdad es que es
muy raro que no lo esté, y si se da el caso… lo discutimos, lo hablamos, y
llegamos a ponernos de acuerdo siguiendo el camino y la traza que ellos han
marcado.
- ‘Diario de…’ se basa
en el trabajo en equipo de periodistas, documentalistas, reporteros, etc. ¿Hay
muchos problemas para poneros de acuerdo en la organización?
M- No, porque hay muy buen rollo. Yo he trabajado en equipos muy
diferentes a lo largo de mi vida… este es uno de los que se respira mejor
ambiente entre compañeros. No hay enfrentamientos, no hay celos ni envidias, no
hay “tú tienes un tema mejor que el mío”… no. Aquí vamos todos “focalizando” a
lo mismo, que es que el programa salga bien y que la gente lo compre, lo vea, y
seamos eficaces. Yo estoy contentísima de formar parte de este equipo y
realmente no hay esos problemas de los que me hablabas.
- Para la realización del programa necesitáis una buena cantidad
de fuentes de documentación, de todas las que utilizáis, ¿cómo os aseguráis de
su veracidad?
M- Bueno, siempre hay que hacer contrastes, te tienes que asegurar de que
tienen rigor, y aquí, nuestro jefe, Alberto, es muy “puñetero” en eso. A veces
caen cosas porque te haces a la ilusión de “¡Ay! ¡Qué bueno es esto!” Y de
repente, él dice: “Sí, pero hay que contrastar” y a la hora de hacerlo, puede
ocurrir que eso no siga adelante, pero yo ya aprendí en Inglaterra que ese
rigor es la base de la credibilidad. La gente, cuando conoce de lo que estás
hablando, y ve que lo que estás diciendo es cierto, te sigue creyendo. Porque muchas
veces os ocurre, ¿no? A veces vemos cosas en la televisión y decimos: “Pero si
esto lo sé yo, si esto no es así…” Te da rabia porque a partir de ese momento
ya no crees demasiado en la persona que está diciendo eso… Así que aquí se
contrasta, se mira bien, se le da vueltas a las cosas, hasta que finalmente se
les ofrece a los espectadores.
- Un programa de investigación como ‘Diario de…’ supone muchas veces asumir riesgos. ¿Qué tipo de
riesgos son los que tenéis que asumir y cómo los lleváis a cabo?
M- Los riesgos de trabajar en periodismo y estar en la calle. Esos riesgos
que los tenemos todos los que trabajamos en esto, que llega un momento en que a
veces ni piensas en ellos. A veces, trabajar por la noche, trabajar con cámaras
que casi no se ven…o incluso que puedan agredirte, o en algún momento ponerte
en apuros… todo eso lo sabemos, y mis compañeros los cámaras lo saben… pero
este es nuestro trabajo, y es así. Esos
problema existen, y si el reportaje sale, salió, y eso es lo que la gente ve.
Aunque de momento no hemos tenido ningún problema insalvable.
- ¿Cuál es la experiencia de ‘Diario
de…’ que más te ha marcado o que más haya supuesto una gratificación
personal para ti?
M- ¡Qué manía tienes con que yo escoja una sola cosa! (risas) Llevo ocho
años haciendo ‘Diario de…’, no voy a escoger una sola cosa. Lo que más me
importa del programa es algo que ya os he dicho antes… y es que la gente lo
crea. Y que tenga la confianza de que, cuando yo diga “Tú denuncias, nosotros respondemos”,
que esa gente responda: “Voy a mandar el mail a Diario de… y voy a explicar
cuál es mi problema porque a lo mejor esta gente me va a poder ayudar o pueden
gritar por mi.” Eso es lo que a mí me importa, y eso es lo que me llevo, así
que cada vez que se ha solucionado un problema gracias a un reportaje, o hemos
quitado dolor de alguien… para mí es lo más grande, lo más importante.
- Indagar en reportajes de investigación, supone obtener muchas
experiencias acerca de determinados temas o hechos, tras conocerlos ¿ha cambiado
tu punto de vista acerca de ellos?
M- Hombre, cuándo tú te acercas a un tema y lo profundizas puedes tener
unos prejuicios que a la hora de profundizar, o de escuchar varias versiones a
varias personas, en general, si eres honesto, sí cambias tu punto de vista.
Pero, no te puedo poner un ejemplo concreto, aunque desde luego que sí, todo lo
que sea profundizar en algo te hace cambiar el punto de vista, eso pasa en la
vida en general.
- ¿Cuánto tiempo tardáis aproximadamente en terminar la investigación
para la realización de un programa?
M- Depende. Todo depende del tema. Hay veces que las investigaciones
abiertas duran meses; otras, duran días, y ahora que vamos a la semana depende
completamente de las características del reportaje.
- Generalmente la gente te conoce como la presentadora de Gran
Hermano… ¿pero piensas que el periodismo de investigación te ha ayudado a
cambiar de aires?
M- Eso me sorprende a mí misma. Evidentemente soy la presentadora de Gran
Hermano porque llevo ya diez años haciéndolo, o doce, o casi catorce años… yo
ya no sé cuántos… (risas) pero muchísima gente me dice: “No pares, seguid con
el programa ‘Diario de…’ porque aunque es un programa que se ve tarde en la
noche y es un programa pequeñito la gente ya me identifica muchísimo con él, lo
noto, lo noto una barbaridad. Así que, sí, yo creo que son las dos caras de una
misma moneda. ‘Diario de…’ es la parte más informativa y más periodística pura,
por decirlo de alguna manera, y ‘Gran Hermano’ es espectáculo, con todo lo que
ello significa… así que son las dos caras de una moneda.
- Y ya dejando un poco de lado el programa ¿hay algún sueño que
todavía no hayas cumplido y que quieras cumplir? Y ¿crees que hay algo que no
puedes quedarte sin hacer en la televisión?
M- Hombre, no lo sé… pero he tenido tanta suerte... En todo lo que he
trabajado me lo he pasado bien… bien y mal, porque hacer periodismo significa
tragar muchísimos sapos, eso está claro… y hacer temas que a veces te arrancan
las entrañas. Ahora mismo estamos metidos en un proceso durísimo porque la
crisis nos está trayendo muchas cosas sobre la mesa que son dolorosas, donde
tienes que entrevistar a gente que está en carne viva, por lo tanto es
durísimo, por ejemplo, ver a alguien que acaba de tirarse por un balcón porque
le han quitado su casa. Quiero decir, todo eso es duro y complicado… entonces
ya no te acuerdas de los sueños, lo que haces es trabajar en lo que tienes que
es la suerte de tener un programa que sigue vivo después de ocho años, yo creo
que ese es el máximo sueño… hacer un programa que tiene cada vez más gente,
porque hemos ido creciendo y que tiene continuidad en la cadena… tal como están
las cosas, ese es el máximo sueño.
- Y en cuánto a nosotros, que nos estamos preparando para ser
futuros periodistas, ¿cómo ves la situación económico-laboral en el mundo de la
comunicación?
M- Vosotros estáis en primero y si yo estuviera en vuestro lugar no
pensaría en la situación económica… sino que pensaría en prepararme “de
putísima madre”, desde luego, me pondría a trabajar mucho en los idiomas… “a
muerte”, en ser personas cultas y preparadas, con conocimientos técnicos en
muchísimos aspectos de la vida profesional y ¡dejaos en este momento de pensar
en lo que vais a cobrar! Porque estando en primero de carrera es lo último en
lo que tenéis que pensar, luego ya vendrá la situación, pero de momento yo creo
que lo que hay que hacer es formarse. Los buenos, no son muchos, ni las buenas
son muchas, y por lo tanto, yo lo que observo y lo que digo al que me lo pregunta,
porque no soy nadie sino, es: “Prepárate con uñas y dientes, aprende idiomas a
la perfección…varios, métete en chino si hace falta, sé valiente, y el dinero
vendrá después.”
- Pues hemos terminado,
muchísimas gracias. Ha sido un placer, sobretodo porque estamos en primer año y
poder entrevistar a alguien con tu nivel y con tanta experiencia como tú, no es
nada fácil.
M- No, es que ¿sabes qué pasa? Yo no me olvido jamás de cuándo fui
estudiante. Lo que costaba que te dijeran que sí, lo que costaba que te
aceptaran y que te trataran con normalidad… No me olvido nunca ni de eso ni de
las épocas en que no tenía trabajo y hubiera dado lo que fuera por uno, y ahora
que lo tengo no me olvido jamás de dar las gracias. Primero, “muchas gracias”,
luego ya veré si puedo hacerlo o no, pero primero “muchas gracias”. Es que hay
que ser así, sino, no eres realista…
-Muchísimas gracias.
Data del día 31-10-12.
Álvaro Valadés.
viernes, 2 de noviembre de 2012
Ambiente nocturno. ¿Diversión o descontrol?
La noche de Halloween cada año se
implanta en mayor medida en nuestro país, y en concreto la de este año, ha
hecho honor a su cometido creando terroríficos espectáculos en grandes y
pequeños locales distribuidos por todo el centro neurálgico de la fiesta en
Madrid, entre ellos, el más exitoso ha sido la fiesta propuesta por el pabellón
Madrid Arena, que contó con la asistencia de más de diez mil jóvenes de la
ciudad. El descontrol pronto llevó a la saturación de la sala, conllevando esta
situación al impenetrable tapón que se produjo en pocos minutos en una de sus
salidas al exterior.
El escaso control de guardia en relación
con el inmenso número de asistentes, la falta de registros de entrada de
material pirotécnico y la inaccesibilidad de las salidas de emergencia tuvieron
como consecuencia un hecho cuya magnitud muchos comparan con la tragedia de
Alcalá 20; la muerte por arrollo de tres chicas, una de ellas, menor de edad.
La noche conlleva diversión, amistades,
entretenimiento, desinhibo, alegría… ¿o por el contrario vicios, alcohol,
enfrentamientos, lujuria, drogas, o incluso muertes?
Todo esto es muy moralmente
cuestionable, hay quiénes piensan que son los asistentes los verdaderos
culpables de estos trágicos sucesos nocturnos, y otros que el control debería
ser mucho más eficaz en lugar de tan clasista como es. Hay grandes debates
sobre el ambiente viciado de la noche. ¿Qué debemos pensar ante situaciones
así?
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-..-.
Obviando mayor información de lo
acontecido, puesto que ya hemos recibido suficiente, he de destacar mi
frustración ante una falta tan deleznable de criterio de selección de entrada a
las discotecas y de registro de asistencia. Todavía no puedo entender como un
acontecimiento de las dimensiones de la mayor fiesta de Halloween en Madrid
pueden estar regidas por un puñado de incompetentes que ni siquiera
contabilizan el aforo de su sala, llegando a superarlo, y lo que es peor, a mentir
a los medios acerca de la cantidad de personas que había en su interior.
Me imagino la indignación, por
decirlo de la manera menos fuerte posible, de la gente cercana a las tres niñas
fallecidas, y ya no solo a ellas, sino a
todo joven como yo que cada vez que salgamos de noche tengamos que poner
nuestras vidas en peligro por culpa de una nefasta organización de eventos.
¡Cómo si encima no pagásemos suficiente por la entrada a las discotecas para
cubrir un mínimo servicio de seguridad!

En la gran mayoría de las fiestas
con mayor aforo, para información general, los organizadores de eventos suelen
ser hombres cuya reputación dice mucho de ellos; llenan aforos de salas, tienen
los contactos suficientes como para conseguir los mejores locales de la ciudad,
y en el caso concreto del organizador del Arena Madrid en Halloween, tuvo la
osadía de reabrir hace unos años la discoteca en la que murieron cientos de
personas incendiadas en Madrid… y todo ¿con qué beneficio? Claramente económico.
Cosa que me parece normal, siempre que con ello no se juegue con la seguridad
de nadie, pero absolutamente deleznable cuando se consigue a costa de poner en
peligro a tus clientes.
A todo esto debo añadir la falta
de coherencia en la relación calidad-precio de cualquier discoteca de Madrid.
Pagamos demasiado para recibir una, o como mucho, dos copas llenas de garrafón
y Fanta, que fácilmente podría beber de la taza de mi retrete. Me resulta también
indignante el permiso de acceso gratuito a las mujeres con el objetivo de
atraer a un mayor número de hombres, a los cuales se les hace pagar el doble.
Eso fomenta claramente el descontrol, pero ¿quién es el responsable, el
organizador o la persona, sea hombre o mujer, que se deja engañar por “la ganga”? Yo reconozco que es
atractivo para una mujer entrar gratis a cualquier sitio, pero debería tener en
cuenta el objetivo inmoral que lleva detrás.
Somos, en definitiva, objeto de
los deseos económicos de los lugares que frecuentamos. Algunos optan por no
salir, otros por el botellón y otros por pagar precios disparatados por locales
en los que el acceso queda vagamente restringido, y de manera equivocada se
prohibe el paso a los menos pijos, como si el aspecto físico que aporta un Tommy
Hilfiguer fuese a ocultar los efectos de cualquier droga o del alcohol.
Miremos más por nuestra seguridad o, al menos, no paguemos por que nos
la vigilen otros que no lo van a hacer.
Álvaro Valadés.
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sábado, 13 de octubre de 2012
Telebasura. ¿Merece la pena el morbo?
Nadie puede contradecir que los
niveles emocionales del subconsciente son altamente importantes. Gracias a
ellos juzgamos, aprendemos, nos entretenemos… pero yo los consideraría un arma
de doble filo, pues no juegan siempre a nuestro favor.
Sintonizamos un canal televisivo
basándonos en lo que nos dicta ese ya citado subconsciente emocional. Los
colores, el nivel de ruido, la música e incluso la iluminación de lo que la
pantalla nos está reflectando entran por nuestras retinas y llegan hasta
nuestro cerebro, que es el que se encarga de que soltemos el mando o sigamos
practicando zapping. Ahora es cuándo, si esto es así, no puedo concebir que
haya tantos cerebros interesados en el color, el ruido o la iluminación de un
progama como “Sálvame” que sean incapaces de ir más allá de estos aspectos del
subconsciente ni entren a juzgar qué tipo de basura televisiva están tragandose.
Conflictos, desamores, gente que insulta a otra por dinero… ¿hasta dónde vamos
a dejar que llegue nuestra paciencia emocional? ¿Merece la pena el morbo?
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.
En mi opinión, en España estamos
viviendo una especie de crisis de
inteligencia, a la que catalogo con este nombre tan concreto sin
esperar ninguna represalia por parte de ofendidos, puesto que opino que por muy
seguidores que podamos ser de una televisión rosa, determinada por la maldad de
entretenernos en base a lo que moralmente pensamos de otros; nadie puede en el
fondo negar que, de una manera u otra, ese periodismo nos está degradando. Y lo
hace tanto a nivel de espectador,
que en lugar de recibir información que nos ayude a acercarnos más al mundo, lo
que nos hace es ser partícipes de cotilleos innecesarios; como a nivel moral, ya que atentan contra valores
tan imprescindibles como la honestidad, la claridad de la información, la
decencia, la tolerancia y la privacidad.
Y si bien esto es así, y la mayor
parte de nosotros es consciente de ello, ¿cómo se explican los récords de
audiencia masivos de la llamada telebasura? Quizá la respuesta sea
tan simple como darle la vuelta a este último concepto, y, trágicamente,
descubrir que estamos llamando telebasura a lo que no debería serlo, puesto que
resulta claramente irónico catalogar de “basura” al tipo de televisión más
demandada por todo el país. Manteniéndome personalmente detractor de darle
audiencia a este formato de indecente morbo y famoseo, creo firmemente que la
audiencia se ha vuelto totalmente cómoda y manipulable cuando no debería ser así.
La gran plataforma de Telecinco nos
pone cuatro horas diarias de Sálvame, cogemos el mando, y solo se nos ocurre
pasamos a Antena3, en la cual nos
mantienen durante años adictos a una serie que sin darnos cuenta se cuela en
nuestra sesión de dos horas de anuncios publicitarios. Y así nos tienen,
chupando del frasco mientras nos alimentamos del morbo que a cambio nos venden.
Seamos inteligentes. Lo que
queremos ver cada uno es muy diverso. Existen los cinéfilos, seriéfilos e incluso
adictos a los concursos de saberyganar, entre otro tipos de espectadores, que
están dispuestos a ver cualquier otra cosa distinta a la que nos televisan. Y
conseguirlo es tan fácil como no dejarse llevar por las tendencias
audiovisuales de las grandes cadenas ni por los Trending Topics televisivos de Twitter.
El morbo de la pequeña pantalla nos
está destrozando. La pluralidad de la televisión está en nuestras manos.
Álvaro Valadés.
miércoles, 3 de octubre de 2012
Verdades.
Acostumbrados estamos ya a
escuchar grandes frases que dicen pequeñas cosas. Las usamos a diario;
muletillas, escapatorias orales. Creemos tener una soberbia verbal que
forzosamente no tenemos, y por si eso fuera poco, encima juzgamos a quién
miente simplemente por hacerlo. A esto se le añade además la educación que
hemos recibido, que nos dicta que lo correcto es decir la verdad por encima de
la mentira. Ser plenamente veraces… ¿Serlo siempre? ¿Realmente es eso lo
correcto?

Por otro lado se encontraría la
interpretación que defiende que una verdad, por cruel o dura que sea, no deja
de mostrar la realidad tal como es, sin tabúes. Incluso hay quienes afirman que
a una persona decir siempre la verdad la hace más noble. Yo personalmente
vuelvo a discrepar. Con todo esto no quiero decir para nada que defienda la
mentira, que nunca hace bien. Pero una cosa es no mentir, y otra no hacer otra
cosa que decir la verdad. Como con todo en este mundo, en la verdad no existen
un blanco y un negro que sean completamente opuestos… una verdad y una mentira
sin más. Existen grises entre los cuales se encuentra la humildad, o el
respeto, que en mi opinión, siempre deben estar por encima de cualquier verdad
con carácter ofensivo que pueda cambiar su finalidad positiva al enorme defecto
de la arrogancia.
Y es que, en el fondo, todos sabemos que hay verdades que son innecesarias.
¿Verdad o no?
Alvaro Valadés.
miércoles, 26 de septiembre de 2012
Los mudos también se expresan.
Para todo aquel que lo dude y me
haya subestimado… sí, soy mudo. No estoy enfermo, ni tengo ningún tipo de
discapacidad. Este problema no lo llevo arrastrando toda la vida, sino desde
hace unos años. De pequeño era perfectamente capaz de articular cada uno de los
pensamientos que se me pasaban por la cabeza. No solía decir grandes cosas,
evidentemente, pero alcanzaba a razonar, y expresar esos sentimientos con
libertad, porque nadie hace caso nunca a un niño.
Luego crecí, abrí mi mente,
descubrí serias preocupaciones por las que consideraba necesario hablar,
expresarme, opinar e incluso criticar. Fue a partir de entonces cuándo mi voz
se fue callando, no por decisión propia, sino por imposición. ¿De quién? De todas
aquellas instituciones aparentemente superiores a un joven contrariado. No solo
me callaron a mi, sino también a todos los que eran como yo, a los que no estábamos
conformes, porque es fácil mantener callado a un chaval atacándole desde sus
complejos, sus limitaciones… simplemente donde más le duele. Y ese miedo
creado, es igualmente fácil de extender al resto de individuos.
Hoy, al igual que mucha gente,
sigo mudo, debido a que las grandes fuerzas… el Gobierno, los presidentes, la
gente de renombre… deciden hablar por todos nosotros tomándose la libertad de
decidir qué es lo que debemos pensar y cómo lo vamos a sobrellevar. Somos
mudos, y lo tenemos que aceptar. Callan nuestras palabras, pero de ningún modo podrán
callar nunca nuestra expresión. No nos escuchan, pero nos ven actuar. No nos dirigen
la mirada, pero nos manifestamos. No conocen nuestros deseos, pero luchamos por
ellos. Y todo aquel que, por cualquier motivo, decide callar, en el fondo
otorga.

No tenemos voz, pero se nos oye.
Álvaro Valadés.
martes, 11 de septiembre de 2012
Reportaje: Universitarios españoles. ¿Futuros emigrantes?
Con mi primer video-reportaje estreno la nueva sección del blog especialmente dedicada a proyectos audiovisuales "Grabando", con el mismo fin y respeto que siempre. Espero vuestra opinión ;)
PARA VERLO, PINCHA AQUÍ:
http://alvalpaper.blogspot.com.es/p/grabando.html
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martes, 28 de agosto de 2012
Ruedas.
De vez en cuando pienso que si
tuviese que, por un momento, trasladarme al cuerpo de otra persona, sin duda el
sujeto que elegiría sería, entre algunos otros, el de una persona discapacitada.
Partiendo de esta ocurrencia, me convertiría en alguien con unos sentimientos
muy similares a los que voy a relatar:
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Si ya de por si hay situaciones
en las que todos nos sentimos inferiores, reducidos, más pequeños que los que
nos rodean, creed lo desgarrador que es ver la vida a un nivel inferior. Todo
demasiado grande, demasiado alto o demasiado pesado para llegar a soportarlo… Y
es que todo se ve mucho más inalcanzable desde una silla de ruedas.
A primera vista, para ti soy una
persona inválida, que trasladado a la definición de la misma palabra, se
traduciría en: Persona que tiene impedida alguna de las actividades cotidianas
consideradas normales. Pero, ¿cuáles son esas actividades
normales? Llevo desde los dos años con esta discapacidad. Para mi normal es
rodar, no caminar; ir sentado, no ir de pie… si el propio término de mi
invalidez me excluye como alguien dentro de la normalidad, entonces entiendo
que lo que tú puedes ver sea tan distinto de lo que veo yo.
Con frecuencia todo el mundo es
hospitalario con alguien en mis circunstancias. Siento un enorme agradecimiento
ante esa gente que me alza para cruzar un bordillo o me acompaña por una salida
de metro. Pero no siempre esa hospitalidad se traduce en alegría. Para mi es
frustrante sentir que no soy “yo, una persona en sí misma”. Sino “yo, y mis
terceras personas”. Me encantaría sentir
ese placer de bailar y mover mis piernas a un compás o patear un balón y
lanzarlo tan lejos como pueda. Mis limitaciones existen, pero yo no las concibo como tal. Y más aún, odio que los demás las vean y las oculten tendiendo
una mano. Esa mano puede salvarme la vida, pero no soy un títere que dependa de
un titiritero.
No bajaré escaleras, no daré un
paso adelante, no correré, no patalearé, no saltaré, no nadaré… pero todo eso
son cosas innecesarias, porque gracias a mi lucha, todos mis sueños, mis
aspiraciones, mis metas, os parecerá increíble, pero las he logrado. Siempre
soñé con ser intérprete y cantante, y hoy puedo decir con orgullo que lo soy.
Soy felíz, siempre lo he sido, jamás vi mi discapacidad como una limitación, y
debido a ello, he llegado a ser quien soy.
Quisiera reflejar un mensaje muy
claro con esta reflexión. “Inválido” es solo una palabra que nos diferencia de
los demás, pero ello no indica que seamos exactamente lo contrario a alguien “válido”.
Gracias a toda la gente querida que me rodea todo ha sido mucho más fácil en mi
vida. Pero mis ruedas son mi verdadera y mejor arma, y del resto, ya me ocupo
yo.
La experiencia de una discapacidad no es algo que se elija
por las buenas, pero ponerse en la piel de alguien ayuda a comprender como
puede cambiar una visión de la vida, y volverse sorprendentemente mucho más
tierna.
-Esta crítica ha sido escrita en base a las palabras de Ali Stroker,
discapacitada de cintura para abajo desde temprana edad, y hoy en día artista
procedente del “reality” norteamericano de talentos Glee Project.-
Álvaro Valadés.
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viernes, 27 de julio de 2012
Cincuenta y cuatro.
No se trata de de mi número
favorito ni de los años que tengo, a la primera la respuesta es cuatro y a la
segunda, dieciocho. Cincuenta y cuatro son los kilos que peso desde hace unos
años y que no tienen pinta de cambiar durante los próximos.
Aparentemente es un buen peso. ¡Cuántas
personas lo desearían! La sociedad tiene muy jodidamente marcados los cánones
de peso y estatura ideales para cada edad y sexo, dando por hecho que
sobrepasar los 70 kilos es ir entrando en la gordura. Por este motivo las
personas siguen rigurosas dietas de adelgazamiento, sufren vaivenes de
autoestima, depresiones... convierten el espejo y la báscula en sus peores
enemigos. Cabe entonces pensar que esos cincuenta y cuatro envidiables kilos
son idóneos para todo amante de la figura diez. Pero siento decir que estáis
todos engañados.
Una vez más intentando crear
conciencia de delgadez, la publicidad nos ha vuelto a engañar. Nadie es perfecto,
y no solo la gente gorda lo pasa mal. ¿Alguien se acuerda de los delgados? Y matizo…
¡los muy delgados!... yo soy uno de ellos, y os puedo asegurar que la delgadez
poca gente la toma en serio, pudiendo llegar a ser un problema tan grave como
pesar lo que nadie sabe… ¡qué injusto que se propaguen cientos de dietas para
adelgazar y cero para engordar! Si se trata de una cuestión de salud, ¿por qué
no se atienden a ambos extremos? Os voy a decir por qué, porque nuestra salud a
la publicidad le importa lo que viene siendo una absoluta mierda. No miran cuántos
problemas de peso pueden reducir, sino a cuántos se pueden meter en el
bolsillo con sus productos. ¿Qué estamos haciendo entonces? ¿Ceder ante el
chantaje emocional de los medios?
Por ser más ancha que la modelo
del Pull and Bear no vas a tener menos oportunidad de lucir su ropa, ni por ser
más estrecho que el tío que tienen en portada vas a parecer un esqueleto. Hay
unos límites por encima y por debajo de los cuales nuestra salud corre peligro,
pero sin sobrepasarlos, tenemos que admitir que no todo el mundo tenemos la
misma constitución y no por ello somos inferiores.
Gente de talla y peso modélico
hay poca, gente normal, con nuestros más y nuestros menos, somos el resto del
mundo. ¿Y qué? ¿Voy a esforzarme por que la báscula me diga lo que quiero ver…?
yo personalmente estoy sano y me veo bien, así que no, ni lo voy a intentar. El
número cincuenta y cuatro es bajo, pero es el mío. Si en algún momento aumento
de masa muscular y engordo, bienvenido sea, pero crearme un complejo que
beneficie a las empresas antes que a mí, ¡eso ni de coña!
Luce tu estilo como
se merece. Los kilos físicos quedan en segundo lugar cuando lo que más pesa es
la personalidad.
Alvalpaper.
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Alvalpaper.
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martes, 28 de febrero de 2012
Mamá, papá... he dado positivo.
Es un mal que engaña, sonrisa de portada y puñalada de interior. Pero no creáis que es más poderoso el virus que mata las defensas que el que pasa de boca en boca, como una epidemia lingüística traducida en miradas despreciativas, insultos gratuitos y marginación injustificada. He conocido gente en mis mismas circunstancias y eso me ha ayudado a comprender que no existe una generalización que justifique la causas de esta enfermedad. ¿Mala vida?... en mi caso más bien la más injusta de las condenas: haber amado.
Nunca se sabe cuál es la peor droga, ni el peor error... y todos creen comprender el significado de las tres siglas del VIH, aunque nunca entenderán lo duro que se hace soportar que esa cruz vaya a marcar toda tu vida, hasta su fin, por causa inevitable. Si me miráis y veis solo un infectado, rendid mejor cuenta a lo que veis, porque la sangre enferma, es la más roja de todas.
Podrán romper mi vida antes de que lo haga la propia enfermedad, lo que nadie romperá jamás, es mi esperanza de que este virus que corre por mis venas, no refleje más que un paso hacia la tolerancia de su, en una enorme parte, inocente colectivo.
Podrán romper mi vida antes de que lo haga la propia enfermedad, lo que nadie romperá jamás, es mi esperanza de que este virus que corre por mis venas, no refleje más que un paso hacia la tolerancia de su, en una enorme parte, inocente colectivo.
Mamá, papá... tengo SIDA.
(El contenido de esta entrada es ficticio).
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