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Si ya de por si hay situaciones
en las que todos nos sentimos inferiores, reducidos, más pequeños que los que
nos rodean, creed lo desgarrador que es ver la vida a un nivel inferior. Todo
demasiado grande, demasiado alto o demasiado pesado para llegar a soportarlo… Y
es que todo se ve mucho más inalcanzable desde una silla de ruedas.
A primera vista, para ti soy una
persona inválida, que trasladado a la definición de la misma palabra, se
traduciría en: Persona que tiene impedida alguna de las actividades cotidianas
consideradas normales. Pero, ¿cuáles son esas actividades
normales? Llevo desde los dos años con esta discapacidad. Para mi normal es
rodar, no caminar; ir sentado, no ir de pie… si el propio término de mi
invalidez me excluye como alguien dentro de la normalidad, entonces entiendo
que lo que tú puedes ver sea tan distinto de lo que veo yo.
Con frecuencia todo el mundo es
hospitalario con alguien en mis circunstancias. Siento un enorme agradecimiento
ante esa gente que me alza para cruzar un bordillo o me acompaña por una salida
de metro. Pero no siempre esa hospitalidad se traduce en alegría. Para mi es
frustrante sentir que no soy “yo, una persona en sí misma”. Sino “yo, y mis
terceras personas”. Me encantaría sentir
ese placer de bailar y mover mis piernas a un compás o patear un balón y
lanzarlo tan lejos como pueda. Mis limitaciones existen, pero yo no las concibo como tal. Y más aún, odio que los demás las vean y las oculten tendiendo
una mano. Esa mano puede salvarme la vida, pero no soy un títere que dependa de
un titiritero.
No bajaré escaleras, no daré un
paso adelante, no correré, no patalearé, no saltaré, no nadaré… pero todo eso
son cosas innecesarias, porque gracias a mi lucha, todos mis sueños, mis
aspiraciones, mis metas, os parecerá increíble, pero las he logrado. Siempre
soñé con ser intérprete y cantante, y hoy puedo decir con orgullo que lo soy.
Soy felíz, siempre lo he sido, jamás vi mi discapacidad como una limitación, y
debido a ello, he llegado a ser quien soy.
Quisiera reflejar un mensaje muy
claro con esta reflexión. “Inválido” es solo una palabra que nos diferencia de
los demás, pero ello no indica que seamos exactamente lo contrario a alguien “válido”.
Gracias a toda la gente querida que me rodea todo ha sido mucho más fácil en mi
vida. Pero mis ruedas son mi verdadera y mejor arma, y del resto, ya me ocupo
yo.
La experiencia de una discapacidad no es algo que se elija
por las buenas, pero ponerse en la piel de alguien ayuda a comprender como
puede cambiar una visión de la vida, y volverse sorprendentemente mucho más
tierna.
-Esta crítica ha sido escrita en base a las palabras de Ali Stroker,
discapacitada de cintura para abajo desde temprana edad, y hoy en día artista
procedente del “reality” norteamericano de talentos Glee Project.-
Álvaro Valadés.
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