domingo, 23 de diciembre de 2012

Cuento de Navidad en crisis.


Esta navidad, la crisis no será un inconveniente. Solo cabe pensar en algo como esto:


Vivimos rodeados de personalidades a las que nuestras vidas aspiran a asemejar, giramos en torno a metas, a personas, a fantasías, a sueños por cumplir. Queremos, deseamos, soñamos con  esas admirables quimeras. Tan desesperado es nuestro afán por conseguir ascender en nuestro esquema jerárquico de aspiraciones, que no nos importa en absoluto olvidar la grandeza de que las cosas surjan, el placer de que algo ocurra sin forzarlo de antemano.

Cada momento de nuestra vida surge por alguien y con alguien. Por algo. No existen las casualidades, sino la ilusión de la casualidad. Todo está movido por nuestros sentimientos, y estos no siempre están claros, por ello es importante, cuando las cosas se tuercen, cerrar los ojos y llegar a entender cuáles han sido nuestras aspiraciones reales. Un despacho elegante, una familia tradicional, incluso la fama con los ideales que nos han hecho creer que son los mejores, ya nos dominan hasta nuestros sueños, cuando no es eso lo que verdaderamente soñamos.  Nos dejamos llevar por títulos vacíos y ¡estamos todos engañados!

Es por ello que yo crearía un nuevo título al que aspirar en todas y cada una de nuestras vidas. Un título que no estuviese basado en logros académicos, ni personales… que no tuviese objetivos laborales, ni económicos, ni comerciales. Un título mucho más honorífico que un master o un doctorado, y muy superior a un cheque o a un diploma.

Ese honor que concedería, es el Título de la Fuerza. Fuerza de ser, de conseguir superar dificultades, dolores y desgracias. Porque la vida no está formada de alegrías constantes, fiestas y películas americanas, y lo que menos necesita nuestra sociedad en estos tiempos es creer que conseguir cosas materiales aportará esa felicidad de la que todo el mundo habla. De este modo, las personalidades más honoríficas no serían los famosillos de turno, y en contraposición, ese niño de cabeza rapada que aguarda en el hospital, levantaría el brazo con su Título de la Fuerza en la mano y todos comprenderíamos que su vida es admirable. O el padre de familia que superó un despido improcedente, podrá crear un nuevo currículum donde reflejase su Titulo de la Fuerza. De la misma manera, el joven que sufrió bullying de niño ahora colabora en una asociación contra los malos tratos, dónde todos portan su Título.

Así, la gente más corriente, la que hoy es aplastada por los peces gordos, serían los héroes reales, los trabajadores que levantan un país en crisis, los infames que pagan la contribución que se lleva un futbolista por hacer un spot publicitario, o una mujer por acostarse con un torero. Los que sufren las humillaciones de un político que hace demagogia con sus derechos y de un líder religioso con una ciudad entera de su propiedad. Los pequeños soñadores, los artistas a tiempo parcial, los luchadores de la calle. Todos esos que han madurado a base de palos en la vida, estáis de enhorabuena, tenéis el único Título de Fuerza que no se os podrá ser nunca arrebatado: la ilusión por conseguir todo aquello que sabéis que, tarde o temprano, podréis lograr.

¡Feliz Navidad, soñadores!


Álvaro Valadés.


martes, 18 de diciembre de 2012

¿Por qué ser periodista? - Entrevista a Mercedes Milá.

  "La gente, cuándo conoce lo que estás hablando, y ve que lo que estás diciendo es cierto, te sigue creyendo " -Mercedes Milá.


  Hace unas semanas, tuve, junto con dos compañeras, la oportunidad de entrevistar a una de las presentadoras más respetadas y mediáticas de los últimos años en nuestro país. La situación de carestía económica y prestigiosa que se le avecina a los medios de comunicación puede suponer un grito de dolor tanto para sus trabajadores, como para todo el público, al que se le pretende privar de su derecho a la información. 
Para hacer un homenaje al periodista de investigación y a la legitimidad de los medios comunicativos, contamos con la  presentadora Mercedes Milá, cuyas experiencias en la televisión, concretamente en el programa que presenta: 'Diario De...', y sus reflexiones, nos consiguen acercar un poquito más a la realidad de esta profesión y a su trayectoria como periodista nata. Quedáis invitados a conocerla.

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- Buenos días, ante todo. Para romper un poco el hielo, nos decidimos a hacer una pregunta de tipo periodístico. ¿Qué es lo que nunca debería preguntarse a un entrevistado?

Mercedes Milá - No hay nada que no se pueda preguntar, todo se puede preguntar. Y así le das al entrevistado la oportunidad de decirle… “yo te pregunto todo y tú me respondes solo lo que quieras”. A no ser que hayas llegado antes a un acuerdo y te haya compensado ese acuerdo... a mí me ha pasado a veces eso.

- ¿Recuerda cómo fue su primera entrevista y con quién?

M- No... la primera vez en mi vida que hice una entrevista es imposible que me acuerde porque fue hace muchos años… lo que sí recuerdo es la primera vez que entrevisté a alguien en un plató, que fue a Johann Crol, el jugador de fútbol. Y eso sí, de ese día no me olvidaré en la vida.

- Ha sido reconocida con el premio Joan Ramón Mainat 2012 del Fes`TV’al en la cuarta edición del mismo. ¿Qué ha significado para usted este premio?

(Tras un comentario acerca de su voluntad a que se la tutee:
M- Joan Ramon Mainat era una persona a la que yo respetaba una barbaridad, que murió por desgracia, demasiado pronto, debido a un cáncer terrible, y el hecho de que te den un premio con su nombre es el máximo orgullo. Sabía mucho de televisión, era muy buena gente, no perdía jamás el tiempo, tenía muchas ideas y amaba mucho este medio. Así que ese premio fue especial para mí.

-¿Cómo empezaste en el mundo del periodismo y en especial qué interés despertó en ti el periodismo de investigación?

M-Yo empecé siendo “el último mono” de la redacción de informativos de Barcelona. Así que yo llegaba a la tele y ordenaba las mesas, cortaba el teletipo… ¡vamos! Hacía todo lo que hace… “el último mono”. Pero a partir de entonces, yo sentía que aquello cada vez me gustaba más, y por lo tanto luché para que no me echasen al terminar ese tiempo de prueba y empecé a hacer pequeños reportajes, era ayudante, ayudaba a grabar, ayudaba a montar… yo he hecho un poco de todo en la tele, porque empecé desde abajo del todo. E investigación, como tal, empecé a hacerla en Informe Semanal, luego pasé a plató, en el cual la investigación deja de ser lo mismo… hasta que cayó en mis manos el tesoro que tengo ahora, que es ‘Diario de…’

- Tú eres una presentadora polifacética, pero también bastante polémica, ¿piensas que esa actitud logra atraer más a la audiencia o a los admiradores?

M- Yo no soy de una manera ni de otra… “soy”, y punto. No hago las cosas porque atraigan más a los espectadores o no. Tengo un carácter por el cual mi madre me dice que soy una persona que no conoce los límites, y eso es muy peligroso porque a veces te trae muchos disgustos, pero también es una buena característica para televisión, porque quiere decir que no tienes miedos, y quizá eso me haya ayudado muchas veces a hacer preguntas que, si las piensas tres veces, no las haces.

- A lo largo de tu carrera profesional has trabajado en distintos formatos televisivos,  distintas cadenas, casas… e incluso en la radio. De todo lo que has vivido, ¿con qué experiencia te quedarías o cual considerarías que ha sido la más gratificante?

M-- Mira, nunca puedes, y espero que no te pase a ti jamás, contestar a esa pregunta con una respuesta concreta, porque yo no puedo decir de tantísimas experiencias, de tantos años y de la suerte que he tenido de trabajar con gente tan diferente, escoger a “este” o a “este otro”, porque en el momento en que lo estaba haciendo para mi era lo más grande, lo más bonito, y lo más interesante… cada una de esas cosas, aunque algunas acabaran mal… pero no importa, porque cuándo lo hacía estaba entregada y es eso lo más importante. Así que no estoy dispuesta a elegir… nada.

- Ya entrando un poco más en el programa ‘Diario de…’, ¿cómo surgió la idea de crearlo?

M- Yo me incorporé a ‘Diario de…’ cuando ya existía, por lo que no puedo responder a eso, ya que me incorporé por casualidad absoluta, fue como eso de… ¿sabes lo que dicen a veces de “cuando tenga que ser, será”…“algún día”… “cuando menos lo esperes”… pues así fue, casualidad. Pero este equipo ya existía.

- El lema del programa es “Tú denuncias, nosotros respondemos”, ¿qué criterio es el que utilizáis para elegir unas denuncias u otras?

M- Realmente yo soy solo una pieza más de las veinticuatro personas que formamos este programa, y aunque pueda tener mi opinión, como todos los demás, la decisión es del equipo, así que son ellos los que de todos los mails que llegan a la semana deciden qué caminos tomar, y yo, suelo estar siempre de acuerdo, porque la verdad es que es muy raro que no lo esté, y si se da el caso… lo discutimos, lo hablamos, y llegamos a ponernos de acuerdo siguiendo el camino y la traza que ellos han marcado.

- ‘Diario de…’ se basa en el trabajo en equipo de periodistas, documentalistas, reporteros, etc. ¿Hay muchos problemas para poneros de acuerdo en la organización?

M- No, porque hay muy buen rollo. Yo he trabajado en equipos muy diferentes a lo largo de mi vida… este es uno de los que se respira mejor ambiente entre compañeros. No hay enfrentamientos, no hay celos ni envidias, no hay “tú tienes un tema mejor que el mío”… no. Aquí vamos todos “focalizando” a lo mismo, que es que el programa salga bien y que la gente lo compre, lo vea, y seamos eficaces. Yo estoy contentísima de formar parte de este equipo y realmente no hay esos problemas de los que me hablabas.

- Para la realización del programa necesitáis una buena cantidad de fuentes de documentación, de todas las que utilizáis, ¿cómo os aseguráis de su veracidad?

M- Bueno, siempre hay que hacer contrastes, te tienes que asegurar de que tienen rigor, y aquí, nuestro jefe, Alberto, es muy “puñetero” en eso. A veces caen cosas porque te haces a la ilusión de “¡Ay! ¡Qué bueno es esto!” Y de repente, él dice: “Sí, pero hay que contrastar” y a la hora de hacerlo, puede ocurrir que eso no siga adelante, pero yo ya aprendí en Inglaterra que ese rigor es la base de la credibilidad. La gente, cuando conoce de lo que estás hablando, y ve que lo que estás diciendo es cierto, te sigue creyendo. Porque muchas veces os ocurre, ¿no? A veces vemos cosas en la televisión y decimos: “Pero si esto lo sé yo, si esto no es así…” Te da rabia porque a partir de ese momento ya no crees demasiado en la persona que está diciendo eso… Así que aquí se contrasta, se mira bien, se le da vueltas a las cosas, hasta que finalmente se les ofrece a los espectadores.

- Un programa de investigación como ‘Diario de…’ supone muchas veces asumir riesgos. ¿Qué tipo de riesgos son los que tenéis que asumir y cómo los lleváis a cabo?

M- Los riesgos de trabajar en periodismo y estar en la calle. Esos riesgos que los tenemos todos los que trabajamos en esto, que llega un momento en que a veces ni piensas en ellos. A veces, trabajar por la noche, trabajar con cámaras que casi no se ven…o incluso que puedan agredirte, o en algún momento ponerte en apuros… todo eso lo sabemos, y mis compañeros los cámaras lo saben… pero este es nuestro trabajo, y es así. Esos problema existen, y si el reportaje sale, salió, y eso es lo que la gente ve. Aunque de momento no hemos tenido ningún problema insalvable.

- ¿Cuál es la experiencia de ‘Diario de…’ que más te ha marcado o que más haya supuesto una gratificación personal para ti?

M- ¡Qué manía tienes con que yo escoja una sola cosa! (risas) Llevo ocho años haciendo ‘Diario de…’, no voy a escoger una sola cosa. Lo que más me importa del programa es algo que ya os he dicho antes… y es que la gente lo crea. Y que tenga la confianza de que, cuando yo diga “Tú denuncias, nosotros respondemos”, que esa gente responda: “Voy a mandar el mail a Diario de… y voy a explicar cuál es mi problema porque a lo mejor esta gente me va a poder ayudar o pueden gritar por mi.” Eso es lo que a mí me importa, y eso es lo que me llevo, así que cada vez que se ha solucionado un problema gracias a un reportaje, o hemos quitado dolor de alguien… para mí es lo más grande, lo más importante.

- Indagar en reportajes de investigación, supone obtener muchas experiencias acerca de determinados temas o hechos, tras conocerlos ¿ha cambiado tu punto de vista acerca de ellos?

M- Hombre, cuándo tú te acercas a un tema y lo profundizas puedes tener unos prejuicios que a la hora de profundizar, o de escuchar varias versiones a varias personas, en general, si eres honesto, sí cambias tu punto de vista. Pero, no te puedo poner un ejemplo concreto, aunque desde luego que sí, todo lo que sea profundizar en algo te hace cambiar el punto de vista, eso pasa en la vida en general.

- ¿Cuánto tiempo tardáis aproximadamente en terminar la investigación para la realización de un programa?

M- Depende. Todo depende del tema. Hay veces que las investigaciones abiertas duran meses; otras, duran días, y ahora que vamos a la semana depende completamente de las características del reportaje.

- Generalmente la gente te conoce como la presentadora de Gran Hermano… ¿pero piensas que el periodismo de investigación te ha ayudado a cambiar de aires?

M- Eso me sorprende a mí misma. Evidentemente soy la presentadora de Gran Hermano porque llevo ya diez años haciéndolo, o doce, o casi catorce años… yo ya no sé cuántos… (risas) pero muchísima gente me dice: “No pares, seguid con el programa ‘Diario de…’ porque aunque es un programa que se ve tarde en la noche y es un programa pequeñito la gente ya me identifica muchísimo con él, lo noto, lo noto una barbaridad. Así que, sí, yo creo que son las dos caras de una misma moneda. ‘Diario de…’ es la parte más informativa y más periodística pura, por decirlo de alguna manera, y ‘Gran Hermano’ es espectáculo, con todo lo que ello significa… así que son las dos caras de una moneda.

- Y ya dejando un poco de lado el programa ¿hay algún sueño que todavía no hayas cumplido y que quieras cumplir? Y ¿crees que hay algo que no puedes quedarte sin hacer en la televisión?

M- Hombre, no lo sé… pero he tenido tanta suerte... En todo lo que he trabajado me lo he pasado bien… bien y mal, porque hacer periodismo significa tragar muchísimos sapos, eso está claro… y hacer temas que a veces te arrancan las entrañas. Ahora mismo estamos metidos en un proceso durísimo porque la crisis nos está trayendo muchas cosas sobre la mesa que son dolorosas, donde tienes que entrevistar a gente que está en carne viva, por lo tanto es durísimo, por ejemplo, ver a alguien que acaba de tirarse por un balcón porque le han quitado su casa. Quiero decir, todo eso es duro y complicado… entonces ya no te acuerdas de los sueños, lo que haces es trabajar en lo que tienes que es la suerte de tener un programa que sigue vivo después de ocho años, yo creo que ese es el máximo sueño… hacer un programa que tiene cada vez más gente, porque hemos ido creciendo y que tiene continuidad en la cadena… tal como están las cosas, ese es el máximo sueño.

- Y en cuánto a nosotros, que nos estamos preparando para ser futuros periodistas, ¿cómo ves la situación económico-laboral en el mundo de la comunicación?

M- Vosotros estáis en primero y si yo estuviera en vuestro lugar no pensaría en la situación económica… sino que pensaría en prepararme “de putísima madre”, desde luego, me pondría a trabajar mucho en los idiomas… “a muerte”, en ser personas cultas y preparadas, con conocimientos técnicos en muchísimos aspectos de la vida profesional y ¡dejaos en este momento de pensar en lo que vais a cobrar! Porque estando en primero de carrera es lo último en lo que tenéis que pensar, luego ya vendrá la situación, pero de momento yo creo que lo que hay que hacer es formarse. Los buenos, no son muchos, ni las buenas son muchas, y por lo tanto, yo lo que observo y lo que digo al que me lo pregunta, porque no soy nadie sino, es: “Prepárate con uñas y dientes, aprende idiomas a la perfección…varios, métete en chino si hace falta, sé valiente, y el dinero vendrá después.”

- Pues hemos terminado, muchísimas gracias. Ha sido un placer, sobretodo porque estamos en primer año y poder entrevistar a alguien con tu nivel y con tanta experiencia como tú, no es nada fácil.

M- No, es que ¿sabes qué pasa? Yo no me olvido jamás de cuándo fui estudiante. Lo que costaba que te dijeran que sí, lo que costaba que te aceptaran y que te trataran con normalidad… No me olvido nunca ni de eso ni de las épocas en que no tenía trabajo y hubiera dado lo que fuera por uno, y ahora que lo tengo no me olvido jamás de dar las gracias. Primero, “muchas gracias”, luego ya veré si puedo hacerlo o no, pero primero “muchas gracias”. Es que hay que ser así, sino, no eres realista…

-Muchísimas gracias.  


Data del día 31-10-12.

Álvaro Valadés.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Ambiente nocturno. ¿Diversión o descontrol?


La noche de Halloween cada año se implanta en mayor medida en nuestro país, y en concreto la de este año, ha hecho honor a su cometido creando terroríficos espectáculos en grandes y pequeños locales distribuidos por todo el centro neurálgico de la fiesta en Madrid, entre ellos, el más exitoso ha sido la fiesta propuesta por el pabellón Madrid Arena, que contó con la asistencia de más de diez mil jóvenes de la ciudad. El descontrol pronto llevó a la saturación de la sala, conllevando esta situación al impenetrable tapón que se produjo en pocos minutos en una de sus salidas al exterior.
 
El escaso control de guardia en relación con el inmenso número de asistentes, la falta de registros de entrada de material pirotécnico y la inaccesibilidad de las salidas de emergencia tuvieron como consecuencia un hecho cuya magnitud muchos comparan con la tragedia de Alcalá 20; la muerte por arrollo de tres chicas, una de ellas, menor de edad.

La noche conlleva diversión, amistades, entretenimiento, desinhibo, alegría… ¿o por el contrario vicios, alcohol, enfrentamientos, lujuria, drogas, o incluso muertes?

Todo esto es muy moralmente cuestionable, hay quiénes piensan que son los asistentes los verdaderos culpables de estos trágicos sucesos nocturnos, y otros que el control debería ser mucho más eficaz en lugar de tan clasista como es. Hay grandes debates sobre el ambiente viciado de la noche. ¿Qué debemos pensar ante situaciones así?

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Obviando mayor información de lo acontecido, puesto que ya hemos recibido suficiente, he de destacar mi frustración ante una falta tan deleznable de criterio de selección de entrada a las discotecas y de registro de asistencia. Todavía no puedo entender como un acontecimiento de las dimensiones de la mayor fiesta de Halloween en Madrid pueden estar regidas por un puñado de incompetentes que ni siquiera contabilizan el aforo de su sala, llegando a superarlo, y lo que es peor, a mentir a los medios acerca de la cantidad de personas que había en su interior.

Me imagino la indignación, por decirlo de la manera menos fuerte posible, de la gente cercana a las tres niñas fallecidas, y ya no solo a ellas, sino a todo joven como yo que cada vez que salgamos de noche tengamos que poner nuestras vidas en peligro por culpa de una nefasta organización de eventos. ¡Cómo si encima no pagásemos suficiente por la entrada a las discotecas para cubrir un mínimo servicio de seguridad!

Situaciones como esta deberían hacernos reflexionar sobre cuál es la clase de seres viciados por el dinero de los que dependemos cada vez que salimos. La gran mayoría de las veces, las cosas como son; estamos borrachos, y si no nosotros, nuestro amigo. Somos manipulables, frágiles… estamos absortos. Es culpa nuestra decidir sobre nuestro estado de embriaguez, pero suya la de prever que lo estamos dentro de su local, con todas sus responsabilidades. Mis padres tienen derecho a saber que salgo a un sitio seguro, en el que mi vida no corre peligro, y que duerman tranquilos. ¿O entonces la solución es quedarse en casa? Yo opino que en absoluto. Las cosas están para disfrutarlas, con precaución, límites y certeza de que, en el supuesto caso de que suceda algo, las salidas de emergencia van a estar abiertas a que yo pueda salir, y no cerradas a que otros puedan entrar.


En la gran mayoría de las fiestas con mayor aforo, para información general, los organizadores de eventos suelen ser hombres cuya reputación dice mucho de ellos; llenan aforos de salas, tienen los contactos suficientes como para conseguir los mejores locales de la ciudad, y en el caso concreto del organizador del Arena Madrid en Halloween, tuvo la osadía de reabrir hace unos años la discoteca en la que murieron cientos de personas incendiadas en Madrid… y todo ¿con qué beneficio? Claramente económico. Cosa que me parece normal, siempre que con ello no se juegue con la seguridad de nadie, pero absolutamente deleznable cuando se consigue a costa de poner en peligro a tus clientes.

A todo esto debo añadir la falta de coherencia en la relación calidad-precio de cualquier discoteca de Madrid. Pagamos demasiado para recibir una, o como mucho, dos copas llenas de garrafón y Fanta, que fácilmente podría beber de la taza de mi retrete. Me resulta también indignante el permiso de acceso gratuito a las mujeres con el objetivo de atraer a un mayor número de hombres, a los cuales se les hace pagar el doble. Eso fomenta claramente el descontrol, pero ¿quién es el responsable, el organizador o la persona, sea hombre o mujer, que se deja engañar por “la ganga”? Yo reconozco que es atractivo para una mujer entrar gratis a cualquier sitio, pero debería tener en cuenta el objetivo inmoral que lleva detrás.

Somos, en definitiva, objeto de los deseos económicos de los lugares que frecuentamos. Algunos optan por no salir, otros por el botellón y otros por pagar precios disparatados por locales en los que el acceso queda vagamente restringido, y de manera equivocada se prohibe el paso a los menos pijos, como si el aspecto físico que aporta un Tommy Hilfiguer fuese a ocultar los efectos de cualquier droga o del alcohol.

Miremos más por nuestra seguridad o, al menos, no paguemos por que nos la vigilen otros que no lo van a hacer.

Álvaro Valadés.

sábado, 13 de octubre de 2012

Telebasura. ¿Merece la pena el morbo?


Nadie puede contradecir que los niveles emocionales del subconsciente son altamente importantes. Gracias a ellos juzgamos, aprendemos, nos entretenemos… pero yo los consideraría un arma de doble filo, pues no juegan siempre a nuestro favor.

Sintonizamos un canal televisivo basándonos en lo que nos dicta ese ya citado subconsciente emocional. Los colores, el nivel de ruido, la música e incluso la iluminación de lo que la pantalla nos está reflectando entran por nuestras retinas y llegan hasta nuestro cerebro, que es el que se encarga de que soltemos el mando o sigamos practicando zapping. Ahora es cuándo, si esto es así, no puedo concebir que haya tantos cerebros interesados en el color, el ruido o la iluminación de un progama como “Sálvame” que sean incapaces de ir más allá de estos aspectos del subconsciente ni entren a juzgar qué tipo de basura televisiva están tragandose. Conflictos, desamores, gente que insulta a otra por dinero… ¿hasta dónde vamos a dejar que llegue nuestra paciencia emocional? ¿Merece la pena el morbo?

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En mi opinión, en España estamos viviendo una especie de crisis de inteligencia, a la que catalogo con este nombre tan concreto sin esperar ninguna represalia por parte de ofendidos, puesto que opino que por muy seguidores que podamos ser de una televisión rosa, determinada por la maldad de entretenernos en base a lo que moralmente pensamos de otros; nadie puede en el fondo negar que, de una manera u otra, ese periodismo nos está degradando. Y lo hace tanto a nivel de espectador, que en lugar de recibir información que nos ayude a acercarnos más al mundo, lo que nos hace es ser partícipes de cotilleos innecesarios; como a nivel moral, ya que atentan contra valores tan imprescindibles como la honestidad, la claridad de la información, la decencia, la tolerancia y la privacidad.

Y si bien esto es así, y la mayor parte de nosotros es consciente de ello, ¿cómo se explican los récords de audiencia masivos de la llamada telebasura? Quizá la respuesta sea tan simple como darle la vuelta a este último concepto, y, trágicamente, descubrir que estamos llamando telebasura a lo que no debería serlo, puesto que resulta claramente irónico catalogar de “basura” al tipo de televisión más demandada por todo el país. Manteniéndome personalmente detractor de darle audiencia a este formato de indecente morbo y famoseo, creo firmemente que la audiencia se ha vuelto totalmente cómoda y manipulable cuando no debería ser así. La gran plataforma de Telecinco nos pone cuatro horas diarias de Sálvame, cogemos el mando, y solo se nos ocurre pasamos a Antena3, en la cual nos mantienen durante años adictos a una serie que sin darnos cuenta se cuela en nuestra sesión de dos horas de anuncios publicitarios. Y así nos tienen, chupando del frasco mientras nos alimentamos del morbo que a cambio nos venden.

Seamos inteligentes. Lo que queremos ver cada uno es muy diverso. Existen los cinéfilos, seriéfilos e incluso adictos a los concursos de saberyganar, entre otro tipos de espectadores, que están dispuestos a ver cualquier otra cosa distinta a la que nos televisan. Y conseguirlo es tan fácil como no dejarse llevar por las tendencias audiovisuales de las grandes cadenas ni por los Trending Topics televisivos de Twitter.

El morbo de la pequeña pantalla nos está destrozando. La pluralidad de la televisión está en nuestras manos.

Álvaro Valadés.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Verdades.


Acostumbrados estamos ya a escuchar grandes frases que dicen pequeñas cosas. Las usamos a diario; muletillas, escapatorias orales. Creemos tener una soberbia verbal que forzosamente no tenemos, y por si eso fuera poco, encima juzgamos a quién miente simplemente por hacerlo. A esto se le añade además la educación que hemos recibido, que nos dicta que lo correcto es decir la verdad por encima de la mentira. Ser plenamente veraces… ¿Serlo siempre? ¿Realmente es eso lo correcto?

Personalmente me muestro en desacuerdo con dicha idea. Si se supone que la plena verdad al cien por cien es lo que más conviene en todo momento, yo me pregunto… decir verdades tales como “Qué gorda estás”, “Qué feos tienes los ojos” o “No intentes hacer tal cosa, que no la vas a conseguir”… ¿realmente ayuda? Si una verdad no va a cambiar una realidad, ¿por qué insistir en ella? ¿no es mejor olvidarla y darla como un hecho y no como algo que haya que recordar? Una frase como las mencionadas se usan para herir, pero la verdad es honesta… ¿es entonces necesario usar siempre la verdad? ¿o saber elegir cuáles son las verdades  correctas?

Por otro lado se encontraría la interpretación que defiende que una verdad, por cruel o dura que sea, no deja de mostrar la realidad tal como es, sin tabúes. Incluso hay quienes afirman que a una persona decir siempre la verdad la hace más noble. Yo personalmente vuelvo a discrepar. Con todo esto no quiero decir para nada que defienda la mentira, que nunca hace bien. Pero una cosa es no mentir, y otra no hacer otra cosa que decir la verdad. Como con todo en este mundo, en la verdad no existen un blanco y un negro que sean completamente opuestos… una verdad y una mentira sin más. Existen grises entre los cuales se encuentra la humildad, o el respeto, que en mi opinión, siempre deben estar por encima de cualquier verdad con carácter ofensivo que pueda cambiar su finalidad positiva al enorme defecto de la arrogancia.

Y es que, en el fondo, todos sabemos que hay verdades que son innecesarias.

¿Verdad o no?

Alvaro Valadés.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Los mudos también se expresan.



Para todo aquel que lo dude y me haya subestimado… sí, soy mudo. No estoy enfermo, ni tengo ningún tipo de discapacidad. Este problema no lo llevo arrastrando toda la vida, sino desde hace unos años. De pequeño era perfectamente capaz de articular cada uno de los pensamientos que se me pasaban por la cabeza. No solía decir grandes cosas, evidentemente, pero alcanzaba a razonar, y expresar esos sentimientos con libertad, porque nadie hace caso nunca a un niño.

Luego crecí, abrí mi mente, descubrí serias preocupaciones por las que consideraba necesario hablar, expresarme, opinar e incluso criticar. Fue a partir de entonces cuándo mi voz se fue callando, no por decisión propia, sino por imposición. ¿De quién? De todas aquellas instituciones aparentemente superiores a un joven contrariado. No solo me callaron a mi, sino también a todos los que eran como yo, a los que no estábamos conformes, porque es fácil mantener callado a un chaval atacándole desde sus complejos, sus limitaciones… simplemente donde más le duele. Y ese miedo creado, es igualmente fácil de extender al resto de individuos.

Hoy, al igual que mucha gente, sigo mudo, debido a que las grandes fuerzas… el Gobierno, los presidentes, la gente de renombre… deciden hablar por todos nosotros tomándose la libertad de decidir qué es lo que debemos pensar y cómo lo vamos a sobrellevar. Somos mudos, y lo tenemos que aceptar. Callan nuestras palabras, pero de ningún modo podrán callar nunca nuestra expresión. No nos escuchan, pero nos ven actuar. No nos dirigen la mirada, pero nos manifestamos. No conocen nuestros deseos, pero luchamos por ellos. Y todo aquel que, por cualquier motivo, decide callar, en el fondo otorga.

Es por ello que, como mudos irreverentes que en definitiva somos, hemos de actuar como aquellos niños que tiempo atrás expresaban todo cuánto sentían, desde la más profunda sinceridad y sensibilidad. Relacionando esa inocencia infantil, con nuestro razonamiento conseguido hasta la actualidad, creo firmemente en la capacidad humana de romper los esquemas de la sociedad que tanto daño hacen y que tantas bocas callan.

No tenemos voz, pero se nos oye.

Álvaro Valadés.

martes, 11 de septiembre de 2012

Reportaje: Universitarios españoles. ¿Futuros emigrantes?

Con mi primer video-reportaje estreno la nueva sección del blog especialmente dedicada a proyectos audiovisuales "Grabando", con el mismo fin y respeto que siempre. Espero vuestra opinión ;)

PARA VERLO, PINCHA AQUÍ:
http://alvalpaper.blogspot.com.es/p/grabando.html

martes, 28 de agosto de 2012

Ruedas.

De vez en cuando pienso que si tuviese que, por un momento, trasladarme al cuerpo de otra persona, sin duda el sujeto que elegiría sería, entre algunos otros, el de una persona discapacitada. Partiendo de esta ocurrencia, me convertiría en alguien con unos sentimientos muy similares a los que voy a relatar:

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Si ya de por si hay situaciones en las que todos nos sentimos inferiores, reducidos, más pequeños que los que nos rodean, creed lo desgarrador que es ver la vida a un nivel inferior. Todo demasiado grande, demasiado alto o demasiado pesado para llegar a soportarlo… Y es que todo se ve mucho más inalcanzable desde una silla de ruedas.

A primera vista, para ti soy una persona inválida, que trasladado a la definición de la misma palabra, se traduciría en: Persona que tiene impedida alguna de las actividades cotidianas consideradas normales. Pero, ¿cuáles son esas actividades normales? Llevo desde los dos años con esta discapacidad. Para mi normal es rodar, no caminar; ir sentado, no ir de pie… si el propio término de mi invalidez me excluye como alguien dentro de la normalidad, entonces entiendo que lo que tú puedes ver sea tan distinto de lo que veo yo.

Con frecuencia todo el mundo es hospitalario con alguien en mis circunstancias. Siento un enorme agradecimiento ante esa gente que me alza para cruzar un bordillo o me acompaña por una salida de metro. Pero no siempre esa hospitalidad se traduce en alegría. Para mi es frustrante sentir que no soy “yo, una persona en sí misma”. Sino “yo, y mis terceras personas”.  Me encantaría sentir ese placer de bailar y mover mis piernas a un compás o patear un balón y lanzarlo tan lejos como pueda. Mis limitaciones existen, pero yo no las concibo como tal. Y más aún, odio que los demás las vean y las oculten tendiendo una mano. Esa mano puede salvarme la vida, pero no soy un títere que dependa de un titiritero.

No bajaré escaleras, no daré un paso adelante, no correré, no patalearé, no saltaré, no nadaré… pero todo eso son cosas innecesarias, porque gracias a mi lucha, todos mis sueños, mis aspiraciones, mis metas, os parecerá increíble, pero las he logrado. Siempre soñé con ser intérprete y cantante, y hoy puedo decir con orgullo que lo soy. Soy felíz, siempre lo he sido, jamás vi mi discapacidad como una limitación, y debido a ello, he llegado a ser quien soy.

Quisiera reflejar un mensaje muy claro con esta reflexión. “Inválido” es solo una palabra que nos diferencia de los demás, pero ello no indica que seamos exactamente lo contrario a alguien “válido”. Gracias a toda la gente querida que me rodea todo ha sido mucho más fácil en mi vida. Pero mis ruedas son mi verdadera y mejor arma, y del resto, ya me ocupo yo.


La experiencia de una discapacidad no es algo que se elija por las buenas, pero ponerse en la piel de alguien ayuda a comprender como puede cambiar una visión de la vida, y volverse sorprendentemente mucho más tierna.

-Esta crítica ha sido escrita en base a las palabras de Ali Stroker, discapacitada de cintura para abajo desde temprana edad, y hoy en día artista procedente del “reality” norteamericano de talentos Glee Project.-

Álvaro Valadés.

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viernes, 27 de julio de 2012

Cincuenta y cuatro.



No se trata de de mi número favorito ni de los años que tengo, a la primera la respuesta es cuatro y a la segunda, dieciocho. Cincuenta y cuatro son los kilos que peso desde hace unos años y que no tienen pinta de cambiar durante los próximos.

Aparentemente es un buen peso. ¡Cuántas personas lo desearían! La sociedad tiene muy jodidamente marcados los cánones de peso y estatura ideales para cada edad y sexo, dando por hecho que sobrepasar los 70 kilos es ir entrando en la gordura. Por este motivo las personas siguen rigurosas dietas de adelgazamiento, sufren vaivenes de autoestima, depresiones... convierten el espejo y la báscula en sus peores enemigos. Cabe entonces pensar que esos cincuenta y cuatro envidiables kilos son idóneos para todo amante de la figura diez. Pero siento decir que estáis todos engañados.

Una vez más intentando crear conciencia de delgadez, la publicidad nos ha vuelto a engañar. Nadie es perfecto, y no solo la gente gorda lo pasa mal. ¿Alguien se acuerda de los delgados? Y matizo… ¡los muy delgados!... yo soy uno de ellos, y os puedo asegurar que la delgadez poca gente la toma en serio, pudiendo llegar a ser un problema tan grave como pesar lo que nadie sabe… ¡qué injusto que se propaguen cientos de dietas para adelgazar y cero para engordar! Si se trata de una cuestión de salud, ¿por qué no se atienden a ambos extremos? Os voy a decir por qué, porque nuestra salud a la publicidad le importa lo que viene siendo una absoluta mierda. No miran cuántos problemas de peso pueden reducir, sino a cuántos se pueden meter en el bolsillo con sus productos. ¿Qué estamos haciendo entonces? ¿Ceder ante el chantaje emocional de los medios?

Por ser más ancha que la modelo del Pull and Bear no vas a tener menos oportunidad de lucir su ropa, ni por ser más estrecho que el tío que tienen en portada vas a parecer un esqueleto. Hay unos límites por encima y por debajo de los cuales nuestra salud corre peligro, pero sin sobrepasarlos, tenemos que admitir que no todo el mundo tenemos la misma constitución y no por ello somos inferiores.

Gente de talla y peso modélico hay poca, gente normal, con nuestros más y nuestros menos, somos el resto del mundo. ¿Y qué? ¿Voy a esforzarme por que la báscula me diga lo que quiero ver…? yo personalmente estoy sano y me veo bien, así que no, ni lo voy a intentar. El número cincuenta y cuatro es bajo, pero es el mío. Si en algún momento aumento de masa muscular y engordo, bienvenido sea, pero crearme un complejo que beneficie a las empresas antes que a mí, ¡eso ni de coña!

Luce tu estilo como se merece. Los kilos físicos quedan en segundo lugar cuando lo que más pesa es la personalidad.


Alvalpaper.


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martes, 28 de febrero de 2012

Mamá, papá... he dado positivo.

 Nunca tuve la intención de convertirme en un prototipo humano, tan solo pedía una base de respeto. Siempre fui educado bajo el lema "Aprende a ser tú mismo", pero nunca se me informó de la gravedad que suponía afrontar el reto. No se trata de ignorancia de ser, sino de querer parecer. Y muchas veces, el resultado de lo que pensamos no es más que la sutil creación de una limpia y puritana sociedad. Y yo siempre me creí formar parte de los limpios, antes de descubrir que la limpieza no se consigue solo con jabón.
 Ese virus ha conseguido destrozarme mamá, pero te juro que nunca me acerqué a una jeringuilla, papá. Ya no quiero seguir siendo engañado... esa cruz no simboliza la consecuencia de una vida en la droga, en mi caso no, sino el precio que injustamente debo pagar por haber querido a alguien como nadie comprendería nunca. Hoy dirían que no queda nada de aquel amor, a excepción de ese fallo positivo... que convierte personas, que destroza pasiones y que representa una realidad que por poco que se quiera asimilar, existe.

Es un mal que engaña, sonrisa de portada y puñalada de interior. Pero no creáis que es más poderoso el virus que mata las defensas que el que pasa de boca en boca, como una epidemia lingüística traducida en miradas despreciativas, insultos gratuitos y marginación injustificada. He conocido gente en mis mismas circunstancias y eso me ha ayudado a comprender que no existe una generalización que justifique la causas de esta enfermedad. ¿Mala vida?... en mi caso más bien la más injusta de las condenas: haber amado.

Nunca se sabe cuál es la peor droga, ni el peor error... y todos creen comprender el significado de las tres siglas del VIH, aunque nunca entenderán lo duro que se hace soportar que esa cruz vaya a marcar toda tu vida, hasta su fin, por causa inevitable. Si me miráis y veis solo un infectado, rendid mejor cuenta a lo que veis, porque la sangre enferma, es la más roja de todas. 


Podrán romper mi vida antes de que lo haga la propia enfermedad, lo que nadie romperá jamás, es mi esperanza de que este virus que corre por mis venas, no refleje más que un paso hacia la tolerancia de su, en una enorme parte, inocente colectivo.

Mamá, papá... tengo SIDA.



(El contenido de esta entrada es ficticio).
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