lunes, 6 de abril de 2015

De mayor quiero seguir siendo...

"Querida Mamá, tengo que decirte una cosa que nunca te he contado: ¡de mayor voy a ser actor! Voy a interpretar películas, dramas y comedias, personajes de Disney y de Hollywood, espectáculos musicales. Te juro que me esforzaré por seguir aprobando Matemáticas y que te nombraré durante mi discurso de los Óscar... pero, por favor, apúntame a teatro en el cole".


Al día siguiente, tras salir del colegio, vi que mi madre había respondido mi carta: "Sueña, lucha, y siempre podrás ser lo que quieras, cariño". Y esa misma tarde, un ilusionado niño de diez años se convirtió en actor de cine.



La sociedad, la televisión y la década de los 2000 arraigó con tesón durante los próximos años. Me convertí en un chico lleno de aspiraciones y metas, de afición a la comunicación y a la cultura pop, de vida social y de ocio. Me llené. Y a mi alrededor toda una generación de niños pokémon estaba evolucionando, llenándose de vida, de influencias televisivas y de marcas americanas.
En este contexto, la televisión continuaba creciendo como fuente de conocimiento para los jóvenes. Algunos de los que allí debatían, hablaban de crisis y de "necesidad de expectativas reales entre los estudiantes". Por aquel entonces, mi situación sentimental había cambiado, el instituto se convirtió en un lugar de incomprensión, me di cuenta de que mi sexualidad no era la que mi madre hubiera preferido y que, en el mundo real, las minorías nunca habían sido bien aceptadas. Me miré al espejo y ya no era el niño despreocupado y repleto de ansias de triunfar. Pensé que ya había actuado suficiente, y que la representación debía ser modificada. Por lo que mi primera casilla a la hora de elegir un grado universitario fue finalmente periodismo.

Amaba mi carrera y lo cierto es que mis notas eran excelentes, quizá por ello, el tercer año me concedieron una beca Erasmus para estudiar un año en Bruselas. Los primeros meses los pasé agobiado pensando en lo dura que era mi vida allí, y lo insalvables que iban a ser las asignaturas ese año. Los kilómetros no suponían ya solo una barrera física sino también psicológica. Mi abuela enfermó de cáncer y se elevó a una situación complicada, mi padre sentía que su trabajo iba a acabar con su felicidad, una persona me hizo daño por no ser "suficiente atractivo" y lo que hacía con mi vida no me llenaba en absoluto. Lo que toda mi infancia creí poder conseguir se vio truncado por la realidad. Una noche me acosté pensando lo que hubiera pensado de mí ese yo de diez años, y caí en que al menos, había hecho lo posible por ser yo.




El día de mi vigésimoprimer aniversario me dieron la noticia de que había aprobado todas las asignaturas, y tras mucho tiempo pensando que no valía la pena, una persona sinceró sus sentimientos conmigo. Se lo conté a mi madre, y me envió una foto por WhatsApp. Era yo de pequeño, vestido de arlequín para una de mis funciones de teatro. La foto incluía un pie: 



"Soñaste, luchaste y lo conseguiste, cariño". 

Y por eso hoy escribo lo que, si volviera atrás en el tiempo, me diría a mi mismo:"De mayor quiero seguir siendo. Quiero seguir siendo yo. Seguir siendo la persona que vive el amor a su manera, que sabe que puede hacer feliz a su familia con solo enviarles un "Os Quiero, os echo de menos" cada noche, que interpreta el periodismo como una responsabilidad social, que viaja sabiendo que es lo único por lo que pagando se sale ganando. Quiero seguir siendo el que cree en la magia del amor, en el poder del cine y la importancia del teatro. El que evita las relaciones complicadas porque en ellas se siente inseguro, y el que prefiere una cafetería de risas a una noche desenfrenada. Quiero seguir siendo. Seguir siendo el mejor amigo de mi mejor amiga, seguir reivindicando lo que considero injusto, y respetando lo que desconozco...

Quiero seguir siendo lo mejor del niño Álvaro Valadés. 
Y por eso sigo viendo películas de Disney".


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