Para todo aquel que lo dude y me
haya subestimado… sí, soy mudo. No estoy enfermo, ni tengo ningún tipo de
discapacidad. Este problema no lo llevo arrastrando toda la vida, sino desde
hace unos años. De pequeño era perfectamente capaz de articular cada uno de los
pensamientos que se me pasaban por la cabeza. No solía decir grandes cosas,
evidentemente, pero alcanzaba a razonar, y expresar esos sentimientos con
libertad, porque nadie hace caso nunca a un niño.
Luego crecí, abrí mi mente,
descubrí serias preocupaciones por las que consideraba necesario hablar,
expresarme, opinar e incluso criticar. Fue a partir de entonces cuándo mi voz
se fue callando, no por decisión propia, sino por imposición. ¿De quién? De todas
aquellas instituciones aparentemente superiores a un joven contrariado. No solo
me callaron a mi, sino también a todos los que eran como yo, a los que no estábamos
conformes, porque es fácil mantener callado a un chaval atacándole desde sus
complejos, sus limitaciones… simplemente donde más le duele. Y ese miedo
creado, es igualmente fácil de extender al resto de individuos.
Hoy, al igual que mucha gente,
sigo mudo, debido a que las grandes fuerzas… el Gobierno, los presidentes, la
gente de renombre… deciden hablar por todos nosotros tomándose la libertad de
decidir qué es lo que debemos pensar y cómo lo vamos a sobrellevar. Somos
mudos, y lo tenemos que aceptar. Callan nuestras palabras, pero de ningún modo podrán
callar nunca nuestra expresión. No nos escuchan, pero nos ven actuar. No nos dirigen
la mirada, pero nos manifestamos. No conocen nuestros deseos, pero luchamos por
ellos. Y todo aquel que, por cualquier motivo, decide callar, en el fondo
otorga.
Es por ello que, como mudos
irreverentes que en definitiva somos, hemos de actuar como aquellos niños que
tiempo atrás expresaban todo cuánto sentían, desde la más profunda sinceridad y
sensibilidad. Relacionando esa inocencia infantil, con nuestro razonamiento
conseguido hasta la actualidad, creo firmemente en la capacidad humana de
romper los esquemas de la sociedad que tanto daño hacen y que tantas bocas
callan.
No tenemos voz, pero se nos oye.
Álvaro Valadés.