domingo, 23 de diciembre de 2012

Cuento de Navidad en crisis.


Esta navidad, la crisis no será un inconveniente. Solo cabe pensar en algo como esto:


Vivimos rodeados de personalidades a las que nuestras vidas aspiran a asemejar, giramos en torno a metas, a personas, a fantasías, a sueños por cumplir. Queremos, deseamos, soñamos con  esas admirables quimeras. Tan desesperado es nuestro afán por conseguir ascender en nuestro esquema jerárquico de aspiraciones, que no nos importa en absoluto olvidar la grandeza de que las cosas surjan, el placer de que algo ocurra sin forzarlo de antemano.

Cada momento de nuestra vida surge por alguien y con alguien. Por algo. No existen las casualidades, sino la ilusión de la casualidad. Todo está movido por nuestros sentimientos, y estos no siempre están claros, por ello es importante, cuando las cosas se tuercen, cerrar los ojos y llegar a entender cuáles han sido nuestras aspiraciones reales. Un despacho elegante, una familia tradicional, incluso la fama con los ideales que nos han hecho creer que son los mejores, ya nos dominan hasta nuestros sueños, cuando no es eso lo que verdaderamente soñamos.  Nos dejamos llevar por títulos vacíos y ¡estamos todos engañados!

Es por ello que yo crearía un nuevo título al que aspirar en todas y cada una de nuestras vidas. Un título que no estuviese basado en logros académicos, ni personales… que no tuviese objetivos laborales, ni económicos, ni comerciales. Un título mucho más honorífico que un master o un doctorado, y muy superior a un cheque o a un diploma.

Ese honor que concedería, es el Título de la Fuerza. Fuerza de ser, de conseguir superar dificultades, dolores y desgracias. Porque la vida no está formada de alegrías constantes, fiestas y películas americanas, y lo que menos necesita nuestra sociedad en estos tiempos es creer que conseguir cosas materiales aportará esa felicidad de la que todo el mundo habla. De este modo, las personalidades más honoríficas no serían los famosillos de turno, y en contraposición, ese niño de cabeza rapada que aguarda en el hospital, levantaría el brazo con su Título de la Fuerza en la mano y todos comprenderíamos que su vida es admirable. O el padre de familia que superó un despido improcedente, podrá crear un nuevo currículum donde reflejase su Titulo de la Fuerza. De la misma manera, el joven que sufrió bullying de niño ahora colabora en una asociación contra los malos tratos, dónde todos portan su Título.

Así, la gente más corriente, la que hoy es aplastada por los peces gordos, serían los héroes reales, los trabajadores que levantan un país en crisis, los infames que pagan la contribución que se lleva un futbolista por hacer un spot publicitario, o una mujer por acostarse con un torero. Los que sufren las humillaciones de un político que hace demagogia con sus derechos y de un líder religioso con una ciudad entera de su propiedad. Los pequeños soñadores, los artistas a tiempo parcial, los luchadores de la calle. Todos esos que han madurado a base de palos en la vida, estáis de enhorabuena, tenéis el único Título de Fuerza que no se os podrá ser nunca arrebatado: la ilusión por conseguir todo aquello que sabéis que, tarde o temprano, podréis lograr.

¡Feliz Navidad, soñadores!


Álvaro Valadés.


1 comentario:

  1. Esta entrada refleja la vida misma de la gran mayoría de las personas. La forma sencilla y al mismo tiempo concisa de explicarlo con palabras me ha encantado, palabras que yo nunca llegue a expresar con tanto dominio. Dicen que las personas que más han sufrido y más experiencias han pasado son las más fuertes. Estoy fielmente convencido de ello.
    Pasa unas felices fiestas y continua luchando por tus metas, sin importar los obstáculos.

    De un amigo que siempre te apoyará.

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